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La pandemia, la guerra, la política y la carestía

No podemos negar que la pandemia de Covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania contribuyeron a causar dificultades en la economía de todos los países.

Artur Bueno de Camargo

22 | 06 | 2022


Imagen: Allan McDonald – Rel UITA

Pero en el caso de Brasil, existen agravantes que no podemos dejar de considerar. Primero, el comportamiento del jefe del Estado, quien subestimó el potencial del coronavirus, diciendo que sería una “gripecita”.

Jair Bolsonaro perdió la oportunidad de crear un comité con expertos en salud, teniendo en cuenta medidas tomadas en países que ya habían sido afectados por el virus.

En un segundo momento, cuando Brasil ya había registrado personas contagiadas por el virus, el gobierno prefirió seguir desafiando el potencial de la Covid-19.

En un tercer momento, cuando aparecieron las vacunas, el gobierno planteó la disputa política, tratando de desacreditar la versión brasileña de la vacuna china Coronavac, que fue elaborada por el Instituto Butantán de São Paulo.

En un cuarto momento, el gobierno cambió al ministro de Salud para continuar defendiendo su posición contraria a las directrices científicas.

No podemos ignorar que en todos esos momentos el presidente Bolsonaro desalentó a la población a vacunarse, diciendo que podría tener efectos secundarios como convertirse en “caimanes”, por ejemplo.

Como si todas esas actitudes impresentables no fueran suficientes, imitaba a personas con dificultades para respirar, en el colmo de la falta de respeto.

Brasil está cerca de las 700 mil muertes a causa de la Covid-19.

Esto representa un promedio cuatro veces superior al promedio mundial.

Quienes fueron elegidos para gobernar, para ocupar cargos con responsabilidad y fueron absolutamente negligentes deben responder por sus actos.

Hora de decidir

La guerra Rusia-Ucrania también contribuyó a las dificultades de desarrollo de Brasil, pero la realidad es que venimos de una crisis política iniciada en el segundo mandato de Dilma Rousseff, exacerbada por el desmantelamiento de los derechos durante el gobierno de Michel Temer y agravada por el gobierno de Bolsonaro.

Estamos viviendo la peor carestía de la historia, con 33.000 personas pasando hambre. Un retroceso de 30 años en términos de seguridad alimentaria.

Las estadísticas muestran que el 60 por ciento de la población brasileña vive con algún grado de inseguridad alimentaria, y que el 5 por ciento de los más pobres perdieron el 34 por ciento de su renta durante 2021, según datos del IBGE.

La inflación es de dos dígitos y hay más de 11 millones de personas desocupadas. La mayoría de ellos desistió de buscar empleo y pasó a la informalidad. Todos han sufrido una pérdida significativa de ingresos.

Este año hay elecciones nacionales y es necesario elegir para ocupar cargos en el Ejecutivo y en el Legislativo a personas que tengan compromiso con el desarrollo sustentable del país, con políticas sociales y ambientales, con el trabajo decente y la erradicación del hambre.