El pasado 8 de abril hizo fecha del fallecimiento de Margaret Thatcher, “La dama de hierro”, la mujer de los ojos de mando, a quien nunca le importó la mirada triste de quienes por millones caían al precipicio del desamparo social.
“El mundo se salva, salvando a las empresas”, dijeron la Thatcher y los gurús neoliberales, y transformaron al planeta en un gran establo donde pusieron a las empresas y el capital financiero en engorde.
Estas hienas en frenesí comieron todo: leyes, naturaleza, ideologías, valores morales y éticos, ciudadanía, esperanza, sueños, sindicatos, convenciones colectivas… La ideología neoliberal trató bien al capital y maltrató todo lo demás.
El Estado de Bienestar Social fue declarado enfermo terminal. De ahí en adelante, lo que quedaría de Estado e institucionalidad debía preocuparse exclusivamente por el bienestar y la salud de las transnacionales.
Jair Bolsonaro, “presidente de Brasil”, anda por el mismo sendero de la Thatcher cuando manifiesta que “Brasil no puede parar”, o que “La salud en segundo lugar”, pues su mayor preocupación está en la economía… de las empresas.
“Quien tenga un empleo, que vaya a trabajar”, el coronavirus “Es apenas una gripecita”.
La transnacional JBS, una de las que más ha engordado en el mundo, fue demandada por el Ministerio Público de Trabajo (MPT) a raíz de denuncias presentadas por los trabajadores y trabajadoras de su unidad en Passo Fundo, ciudad del estado de Rio Grande del Sur.
Los trabajadores manifestaron aglomeración de personas en varios sectores y la falta de implementos de higiene y barbijos y la permanencia de personas en la línea de producción con síntomas de COVID 19.
Desde la fiscalía se informó que se intentó dialogar con JBS Passo Fundo, pero sus autoridades se negaron a presentarse a las reuniones solicitadas por el MPT.
Afiliada a la filosofía de la Thatcher y los exabruptos de Bolsonaro, a JBS lo único que le interesa es la producción y el lucro, la ausencia de medidas de control y prevención sanitarias ante la pandemia del COVID 19 no es asunto de su incumbencia. “JBS no puede parar”, dice el bolsillo hinchado de la transnacional, y tampoco respetar, cuidar, proteger cumplir con su responsabilidad sanitaria.
Que sus trabajadoras y trabajadores estén en los frigoríficos amontonados como el ganado en los corrales, es parte de una política para la cual lo único que interesa es la salud de sus dividendos económicos.
De hecho, es improbable que los propietarios de JBS vean alguna diferencia entre el ganado del corral y sus empleados en sus establecimientos.