Trabaja como abogado laboral desde hace 12 años. Su bufete, con 80 años de labor, se especializó en asesoramiento a organizaciones sindicales y en la defensa exclusiva de trabajadores y trabajadoras. Paulo Roberto conversó con La Rel, muy cordialmente y atento, acerca del rol que tendrán los abogados laboralistas en virtud del desmonte de la legislación laboral y también analizó las responsabilidades que le caben al movimiento sindical brasileño en el presente del país.
-¿Cómo será vuestro trabajo en el marco de la reforma laboral que entró en vigencia el mes pasado?
-Será un inmenso desafío porque esta reforma supone un retroceso de 100 años en derechos sociales. La nueva norma estipula un nivel difícil de superar en cuestiones que ya considerábamos liquidadas que tendremos que rediscutir.
Al mismo tiempo que el escenario es desalentador, también tenemos una visión optimista en el sentido que se abra una posibilidad para que los sindicatos conquisten aquello que nunca lograron tener: la representatividad de su sector.
En una primera etapa será complicado para las organizaciones sindicales, pero estoy seguro que a la larga van a salir fortalecidos porque ganarán en representatividad junto a los trabajadores y trabajadoras y reconquistarán la empatía de su clase.
-La reforma laboral es fruto del poder económico y financiero, pero también de la fragilidad del movimiento sindical brasileño. ¿Estás de acuerdo?
-Sin dudas. El sindicalismo de mi país estaba, como dice nuestro himno nacional “deitado em berço esplêndido” (acostado en cuna de oro).
Era un sindicalismo recaudador, heredero del sistema instaurado por Getúlio Vargas que estipulaba la obligatoriedad de la contribución sindical y el hecho de que las organizaciones viviesen de esa contribución generó una elite dentro del sindicalismo que siempre estuvo muy alejada de las bases.
Conozco casos de organizaciones que fueron dirigidas por el mismo grupo durante 60 años, como una gran confederación que en toda su existencia solo tuvo dos presidentes. Fue fundada en la década de 1940 y esta repetición en su dirigencia generó una estructura sindical pautada por una distancia muy grande entre representantes y representados. Este modelo se repite en varias organizaciones.
-Ese sistema dejó al movimiento sindical sin musculatura…
-Claro. No había representatividad, en especial en el sector privado, donde en promedio no alcanzaba el 10 por ciento de afiliaciones.
Ya en el sector público, el sindicalismo surgió de manera espontánea y tuvo un 90 por ciento de trabajadores afiliados; se daba otra empatía entre representados y representantes.
-¿Además de esta distancia entre dirigencias y bases, se descuidó la articulación con otras organizaciones sociales?
-Sí. Esa cúpula dirigencial se mantuvo encastillada en la esfera de poder que detentaba y nunca hubo por parte de los sindicatos una prioridad para desarrollar actividades coordinadas con otros movimientos sociales, como el LGBT, el feminista, el movimiento de las víctimas de productos químicos, por citar algunos.
En Brasil recientemente verificamos que algunas victorias que beneficiaron a la sociedad y a los trabajadores y trabajadoras fueron protagonizadas por estos movimientos sociales, sin el apoyo de los sindicatos.
Es el caso de la prohibición del uso del amianto por ejemplo. En Europa, en las zonas más industrializadas, los grupos que promovieron esa prohibición contaron con el respaldo sindical, en Brasil no fue así.
Eso es algo sintomático que demuestra la debilidad del movimiento sindical brasileño, de su falta de representatividad.
Esta postura merece una profunda reflexión. Esta reforma laboral, altamente nociva, fue fruto también de ese acomodo sindical que el gobierno conocía muy bien.
-Lo que más asombra es que no haya una reacción, ni del movimiento sindical en su conjunto ni de la sociedad. Está todo paralizado.
-Exactamente. Esto es el resultado de la falta de liderazgo sindical. Si Brasil tuviera un sindicalismo fuerte, representativo, nacido de las luchas de sus trabajadores y trabajadoras podría encabezar la resistencia contra esta reforma laboral, pero lamentablemente no es así.
Cuando los dirigentes sindicales se enfrentaron a esta reforma, quedaron atónitos, sin saber mucho qué hacer y transmitieron eso a sus representados.
Eso explica de cierta forma la inacción de gran parte de la sociedad ante las reformas que se vienen promoviendo, ante este retroceso de un siglo de conquistas laborales y sociales.
Actualmente estamos en una escala anterior a 1930 en materia de seguridad del trabajo y de seguridad social. La situación es muy grave, no hay en el mundo algo similar a lo que sucede en Brasil.
Esto es producto de un sindicalismo débil que no logró organizarse de forma autónoma, y lo digo con mucha tristeza porque como abogado estudioso del movimiento sindical esperaba una respuesta diferente, esperaba sindicatos fuertes.