Vale recordar que Brasil fue el último país en América Latina en abolir la esclavitud y que pasados 132 años de la firma de la Ley Áurea todavía las prácticas esclavistas son comunes.
Se considera esclavizada a una persona sometida a condiciones laborales degradantes, horas de trabajo agotadoras o alguna forma de privación de libertad movimiento, incluso por deudas o trabajo forzoso.
Según el art. 149 del Código Penal reducir a alguien a esta condición es un delito y la pena es de dos a ocho años de prisión, además de una multa.
El año pasado, se identificaron 130 casos de trabajo esclavo en todo el país, involucrando a 1.208 personas y resultando en el rescate de 1.050 trabajadores.
Ganadería, agricultura, producción de carbón, minería, vestimenta, construcción civil y servicios fueron los sectores involucrados.
Estos datos tienen como principal fuente de información a la Secretaría de Inspección del Trabajo (actualmente parte del Ministerio de Economía).
El desempleo, la informalidad y el desmantelamiento de los derechos tienden a acentuar y hacer invisible la explotación de los trabajadores.
Aunque ligeramente más altas que en los tres años anteriores, las cifras para 2019 confirman una tendencia a la disminución en el número de trabajadores involucrados y rescatados.
Sin embargo, no hay señales de que la práctica del trabajo esclavo haya disminuido.
Según Hamilton Luz, integrante de la campaña de la CPT contra el trabajo esclavo “conseguir un empleo se ha convertido en una hazaña tan hipotética que, incluso sometido a humillación, a la violación de sus derechos o a ser tratado peor que un animal el trabajador se resiste a la idea de informar”.
Más aún “cuando la ley que protegió sus derechos sufre desmantelamientos sucesivos como ha estado ocurriendo cada año últimamente”.
“Sin denuncia, necesitas investigar mucho para localizar núcleos de esclavitud escondidos detrás de la ‘normalidad’. En el contexto de una sorprendente restricción de recursos, la inspección sola, con medios que han estado disminuyendo durante años, difícilmente puede hacerle frente”.
La abundancia de trabajos precarios ha empeorado la situación.
“La mayoría de las veces, una persona desempleada no lo piensa dos veces antes de aceptar un trabajo, y es allí que los gatos*, los especuladores de la ‘miseria’ de otros, dan el ‘zarpazo’ ”, comenta Luz.
*Así son conocidos los intermediarios que contratan mano de obra para los terratenientes o empresarios.
*Así son conocidos los intermediarios que contratan mano de obra para los terratenientes o empresarios.