A dos días de una elección clave
Brasil ha estado observando, estupefacto, al desmantelamiento de las instituciones, los derechos de los trabajadores, el fin de la seguridad alimentaria, el avance del desempleo, la escalada de la violencia −especialmente la violencia partidista−, las campañas de desprestigio a la prensa y las urnas electrónicas, amenazas constantes de intervención militar y golpe de Estado.
Artur Bueno Junior
30 | 09 | 2022
Todo esto en los últimos cinco años, de forma escalonada y permanente, provocando una verdadera ola de desconcierto, cansancio mental, inseguridad general, miedo, angustia y, principalmente, hambre, en gran parte de la población. No es posible continuar así.
Es necesario sacar del poder a este gobierno para que volvamos a respirar aires de paz, democracia, verdad y fortalecimiento de nuestras instituciones. Y la única forma de que eso suceda, en este momento, es elegir a Lula, preferiblemente en la primera vuelta.
Lula puede no ser el candidato ideal. Pero él es el único con la posibilidad de traer la paz institucional a la nación, habiendo visto la increíble coalición que se formó bajo su nombre.
Tenemos muchas críticas al gobierno del PT, pero es innegable que durante todo el tiempo que estuvo en el poder hubo respeto y confianza en las instituciones, se crearon programas sociales, se registró una distribución de la renta como nunca antes en el país, hubo transparencia y libertad de prensa, investigación y difusión −incluyendo hechos que perjudicaron al propio gobierno− además de haber sido, bajo los gobiernos del PT, que el país dejó de aparecer en el mapa del hambre.
Elegir a Lula en primera vuelta no significa darle un cheque en blanco.
Al contrario: al día siguiente de su toma de posesión, debemos seguir de cerca todas sus actuaciones; exigiendo el compromiso que se está estableciendo en esta campaña, en particular, programas para distribuir ingresos, combatir el hambre y la miseria, apoyar y salvaguardar a las poblaciones más frágiles, necesitadas y desatendidas.
En medio del caos en el que se sumergió Brasil tras el juicio político a Dilma Roussef −quien, por cierto, fue exonerada recientemente−, tuvimos una pandemia que sirvió, al menos, para demostrar que Jair Bolsonaro y su equipo no solo no están preparados para dirigir una nación, sino que son claramente maliciosos.
Entre las aberraciones de su gobierno figuran el descrédito de las vacunas, la demora en su compra, la burla a los muertos y enfermos, la falta de sensibilidad para atender las ayudas económicas a la población necesitada e incluso el sobreprecio de los artículos durante la lucha contra la pandemia.
Y mientras asistíamos al entierro de los más de 650.000 muertos, se llevaron a cabo reformas dañinas para la población.
Habría mucho más que escribir, pero creo que está bastante claro: extirpar a este gobierno en primera vuelta será la mejor y más sensata alternativa para que todos y todas, a partir del próximo año, respiremos un poco mejor.
Atentos y cautelosos, exigiendo acciones, pero al menos sin esa terrible y constante sensación de terror.