Con Alberto Broch
Nuestro compañero y amigo Alberto Broch es actualmente vicepresidente de la Confederación Nacional de Trabajadores en la Alimentación (CONTAG), encargado de las Relaciones Internacionales. En esta coyuntura mundial y local, interesa especialmente su análisis sobre la actualidad y las perspectivas de la agricultura y la realidad brasileñas.
Carlos Amorín
26 | 10 | 2022
Alberto Broch | Foto: Gerardo Iglesias
-¿Qué panorama puedes trazar del momento actual y la agricultura brasileña?
-En Brasil hay una fuerte campaña de liberación de agrotóxicos, algunos de los cuales están prohibidos en los países de origen. A pesar de que tenemos muy buenas experiencias en agroecología implementadas en el país, el modelo promovido oficialmente para los cultivos extensivos en grandes áreas, como la soja o el maíz usa productos químicos de manera intensa.
Brasil importa la mayor parte de sus insumos químicos para la agricultura, y con la guerra entre Rusia y Ucrania los costos de producción se han encarecido enormemente, y eso vale para los grandes productores como para los pequeños agricultores que están integrados a ese modelo.
Por otra parte, el gobierno de Jair Bolsonaro ha flexibilizado muchísimo las normas ambientales, sobre todo quitándoles potestades a los organismos de control ambiental, especialmente en la Amazonia.
Según algunos estudios que son públicos, el país ha retrocedido fuertemente en su capacidad de fiscalización, por ejemplo, en la minería desarrollada en las áreas indígenas, que son definidas como de preservación ambiental, que están siendo invadidas por los mineros ilegales, quienes contaminan los ríos, asesinan indígenas, desforestan.
-¿Cómo ha sido ese retroceso?
-El actual gobierno debilitó enormemente todo el aparato que el Estado había construido en las últimas décadas para intentar regular, fiscalizar, multar y expulsar a esos invasores que destruyen el medio ambiente.
Además de la gran deforestación que afecta toda la Amazonia brasilera en los estados de Mato Grosso, Amazonas, Pará, Acre, Rondonia, Amapá, Roraima y parte de Maranhao, en otras zonas se han registrado incendios forestales muy extensivos, las llamadas “queimadas”, sin que se haya podido probar si se trata de incendios naturales o provocados por estos invasores.
Esto está ocurriendo en miles y miles de hectáreas del Pantanal y de la Amazonia, principalmente en estos dos grandes biomas.
En esta época del año (mayo, junio) siempre hubo incendios forestales, pero coincidiendo con la desarticulación de las entidades fiscalizadoras, estos se han intensificado de manera brutal generando cifras absolutamente históricas.
Los expertos afirman que no será fácil reconstruir todo este aparato estatal en pocos años.
-¿Qué reacción ha tenido el Ministerio de Medio Ambiente?
-Ese Ministerio que debería ser el guardián de la naturaleza, se ha dedicado a perseguir y hasta destruir a las organizaciones no gubernamentales y asociaciones de base que ayudan en estos vastos territorios a combatir el proceso de destrucción que se viene prolongando desde hace años.
Las acusan de estar al servicio de los europeos, de malversar recursos, cuando en realidad lo que ocurrió fue que las agencias internacionales y los gobiernos extranjeros, principalmente europeos, dejaron de donar dinero al gobierno brasilero para la protección del ambiente.
En este momento Brasil tiene una pésima imagen internacional, a pesar de las mentiras que intenta difundir localmente el gobierno.
Estamos afectados por el vandalismo ambiental, y también por el cambio climático a raíz del cual hemos vivido gravísimas sequías, especialmente en el sur (Paraná, Santa Catarina, Rio Grande do Sul), durante las cuales los agricultores perdieron prácticamente todos sus cultivos, y al mismo tiempo, nunca tuvimos tanta lluvia en el nordeste, tradicionalmente seco, con grandes inundaciones que incluso costaron vidas humanas.
Pero como consecuencia de la polarización que está viviendo la sociedad brasileña, hay alguna gente que no cree en este fenómeno, que piensan que es un invento de algunos expertos, que siempre hubo sequías e inundaciones.
En la CONTAG trabajamos mucho en el proceso de transición hacia una producción sostenible, y también para que la agricultura familiar pueda ganar algo cuando preserva la floresta, a través de servicios de reembolsos ambientales y de extracción de carbono.
Foto: (Archivo) Grito da Terra | Gerardo Iglesias
-¿Cómo es ese proceso de transición?
-Tenemos una acción de política agrícola especialmente para la agricultura familiar, porque la gente que se acostumbró a producir de esta forma convencional, con uso de químicos, durante los últimos 50 o 60 años, no cambia por una producción agroecológica de un año para otro.
Nosotros planteamos que precisamos producir cada vez con más sustentabilidad. Para lograrlo necesitamos políticas públicas de apoyo para que, en poco tiempo, salgamos de este formato hacia una producción con menos químicos, con menos venenos.
–Nemo Amaral, asesor de Alberto, intervino en el diálogo aportando datos concretos sobre agrotóxicos y pérdida de floresta amazónica.
Brasil autorizó 1.629 agrotóxicos en 1.158 días de gobierno (febrero 2022). El límite de glifosato en Europa es 5 mil veces menor que en Brasil.
La Amazonia perdió 2,5 millones de hectáreas en 2020, de los cuales el 70 por ciento pertenece al territorio de Brasil.
En 2021 se han registrado 1.600 conflictos relacionados con la disputa por la tierra, que afectaron a 170.000 familias. También viene creciendo de manera muy importante la adquisición de tierras por parte de extranjeros.
Según datos públicos, 4 millones de hectáreas están en posesión de personas físicas extranjeras en todo el país, y 1,7 millones son controladas por empresas extranjeras, al tiempo que hay en curso en el Congreso un proyecto de ley (2.963 de 2019) que admite la venta a extranjeros de hasta el 25 por ciento del territorio de cada municipio a personas físicas o empresas extranjeras.
Por otro lado, cerca de un 25 por ciento de la población total, o sea unos 60 millones de personas, está en estado de inseguridad alimentaria y 33 millones están pasando hambre.
Es verdad −continúa Alberto− que hay una gran necesidad de producir alimentos. Hemos llegado a una población mundial de 8.000 millones de personas, pero el tema es cómo se produce sustentablemente, cuidando el medio ambiente, generando trabajo digno.
Por otro lado, hay que tener en cuenta la conciencia de muchos consumidores que empiezan a rechazar los productos que provienen de zonas donde hay trabajo esclavo, donde no hay sustentabilidad, no quieren consumir carne proveniente de la Amazonia.
Foto: (Archivo) Grito da Terra | Gerardo Iglesias
También hay una conciencia mundial sobre este asunto, incluso de gobiernos que reclaman sustentabilidad. Por ejemplo, el acuerdo entre Unión Europea y Mercosur, que ya está negociado, no se firma por la irresponsabilidad ambiental del gobierno de Bolsonaro.
Como lo mencioné la CONTAG viene trabajando todos estos temas. Resolver el problema de la inseguridad alimentaria y del hambre en Brasil implica apoyar a la agricultura familiar, rediscutir los sistemas alimentarios, construir un modelo sustentable y solidario de producción donde el agricultor sea protagonista del proceso y no una pieza descartable de la maquinaria del agronegocio.
-¿Por qué hay gente pasando hambre en Brasil?
-Brasil es uno de los principales productores de alimentos del mundo, el primer exportador de pollos, gran exportador de carne bovina, pero al mismo tiempo abre sus puertas a la importación de alimentos básicos como arroz, frijoles, aceite, para abaratar los precios internos que se han disparado como consecuencia de la política nefasta de este gobierno, y de la guerra en Ucrania.
A esto hay que agregar los efectos de la pandemia y del desmantelamiento de las políticas públicas acuñadas por los gobiernos progresistas anteriores.
Para poner un ejemplo: Brasil fue pionero en el mundo de la instalación de un Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria (CONSEA) que se reunía mensualmente y del cual surgieron muchas políticas para hacer frente a la inseguridad alimentaria.
La primera acción del gobierno Bolsonaro fue eliminar ese Consejo por decreto. Sumemos la disminución de los salarios, el desempleo, el costo de la producción y de los alimentos cada día más caros.
Esta serie de hechos agravados por la pandemia y por la guerra, y por la política económica que aumenta el desempleo, han creado un ejército de personas que pasan hambre. El salario mínimo está por el suelo.
Por eso hoy vemos a mucha gente delante de las iglesias, de los supermercados, de los restoranes, en los semáforos pidiendo comida, no dinero, comida…
Necesitamos más y mejores empleos, salarios dignos que permitan salir de la pobreza. Precisamos rever políticas como la reforma laboral impuesta por este gobierno, que le ha quitado derechos a los trabajadores y trabajadoras en nombre de generar empleos que nunca aparecieron.