-Muy preocupante lo que está sucediendo en Guyana…
-En verdad, sí. La industria azucarera ha sido un sector históricamente muy importante, tanto a nivel económico como social y político.
Durante muchos años la compañía estatal ha sufrido muchos problemas. Con el cambio político que hubo hace tres años en el país se abrió la posibilidad de reestructurar la industria.
Sin embargo, se trata de una reestructuración muy drástica y hasta dramática.
De los 8 ingenios que operaban el año pasado, 5 fueron cerrados. Esto ha comportado que de los 15 mil trabajadores del sector, entre 7 y 8 mil han perdido el empleo.
El gobierno dice que pronto va a reabrir tres ingenios para luego venderlos. Habría empresas extranjeras que estarían interesadas en la adquisición, pero no existe nada concreto. Además, nadie sabe a quiénes van a recontratar y en qué condiciones.
El problema de fondo es que no se ve con claridad cuáles son los planes del gobierno para reestructurar la industria.
Más del 10 por ciento de la población del país depende directamente del azúcar, y toda una serie de actividades están relacionadas directa o indirectamente con esta actividad.
Los dos sindicatos del sector azucarero, ambos afiliados a la UITA, están haciendo un trabajo interesante y políticamente importante, estableciendo contactos con otros sectores.
La Guyana Agrícola y Unión General de Trabajadores (GAWU) no sólo está movilizando a sus bases -tanto ex trabajadores como trabajadores activos- sino también a las comunidades que dependen de este rubro.
Se han dado a la tarea de movilizar a la oposición política, a gente que tiene mucho interés en que la industria azucarera siga funcionando, a grupos que usan subproductos del azúcar, como por ejemplo el ron.
-Me imagino que perder el empleo en las plantaciones de caña equivale a quedar afuera de todo, porque en Guyana no hay otras alternativas…
-Es así y es un drama muy serio que están viviendo las familias. Ahora se habla de proyectos alterativos para crear empleos que reemplacen la pérdida de puestos de trabajo en la industria azucarera, pero lo están haciendo después de cerrar los ingenios.
A algunos trabajadores ni siquiera se les ha cancelado todas sus prestaciones. Una situación muy dramática.
Para abordar todas estas problemáticas, en septiembre pasado la GAWU organizó un foro al que invitó a seis ex trabajadores azucareros para que dieran un testimonio sobre su situación y la de su familia después de que perdieron el empleo. Fue muy conmovedor.
-Es muy similar a lo que se vive en el Valle del Cauca en Colombia y su problemática que puede terminar con el cierre de varios ingenios…
-Seguramente hay elementos en común.
Me pareció interesante el hecho de que en el foro que acaba de organizar Sintrainagro se invitó a los empresarios, al gobierno y se discutió de políticas azucareras. Sin duda es uno de los caminos a seguir.
Además se analizó la problemática de la importación de etanol y las condiciones de trabajo en las plantaciones.
Creo que Sintrainagro está haciendo algo muy interesante en defensa del empleo y presionando al gobierno para que tome medidas concretas en favor de la industria nacional colombiana. De lo contrario el panorama será similar a lo que está sucediendo ahora en Guyana.
-Los empresarios destacaron como algo muy severo y negativo el incremento de las importaciones de azúcar y etanol.
-Llama mucho la atención. Desde hace aproximadamente una década ha surgido la tendencia a creer que la liberación global total es la mejor manera de seguir adelante.
Esto no es cierto, porque uno debe ver cuáles son las condiciones propias de cada país, no sólo económicas y sociales sino también históricas.
Es el caso del Valle del Cauca, que de continuar esta política de importación de etanol equivale a condenar a la industria azucarera a desaparecer.
-Los niveles de concentración a nivel global del sector tampoco ayudan…
-Tenemos el caso de la principal empresa de refinación de remolacha en el Reino Unido, que acaba de adquirir la totalidad de la mayor empresa refinadora de caña en África.
O el caso de American Sugar Refining (Grupo ASR), que ha llegado a tener una capacidad de refinación de hasta 6 millones de toneladas métricas por año.
Hay procesos tecnológicos que hacen que las fábricas sean más grandes y tengan mayor capacidad de procesamiento.
Esto implica cambios dramáticos e importantes en la forma en que se produce el azúcar y el movimiento obrero tiene que estar atento.
En Cali, Gerardo Iglesias