En un país fundado desde la violencia religiosa de los puritanos colonizadores, y luego forjado en la violencia genocida, desarrollado en la violencia de la codicia y el esclavismo, fogoneado en la alerta y el miedo permanente a ataques posibles, bizarros o imposibles, y cuya mayoría blanca ̶ cada vez más exigua ̶ asume como natural su superioridad desde la cuna precisamente por eso, por ser blanca, el asesinato de George Floyd el pasado 25 de mayo por un policía debería haber sido algo “casi normal”.
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