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Congreso de Trabajadores del TABACO
Intervención de Héctor Morcillo
Tiempos difíciles para el movimiento obrero

“Vienen por nosotros”

Las reformas laborales y la ofensiva empresarial en todo el mundo, sobre todo en América Latina, fueron centro de la intervención de Morcillo, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Alimentación (STIA) Córdoba y secretario adjunto de la Federación de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (FTIA) y miembro del Comité Ejecutivo Mundial de la UITA, en el 50° Congreso Ordinario de la Federación de Trabajadores del Tabaco de la República Argentina (FTTRA). La Rel reproduce lo sustancial de la misma.

La ofensiva del sector empresario está a flor de piel y la realidad es que no hemos pensado en su verdadera dimensión.

En estos momentos estamos cortando las rutas en todos los lugares donde hay plantas de Arcor, junto con asambleas de una hora por turno.

Nuestro convenio abarca a más o menos unos 80.000 trabajadores y trabajadoras en todo el país en la industria de la alimentación y Arcor es el principal empleador del sector.

Tiene cerca de 16.000 trabajadores y trabajadoras, y obviamente es la empresa que marca el rumbo porque es la formadora de precios, está en todos los quioscos del país y el quiosquero que no le compra a Arcor desaparece del mercado.

Para nosotros es de mucha importancia la actitud de esta empresa, que posee 19 plantas distribuidas en todo el país y fábricas en Chile, Perú, Brasil y en México, lo que la constituye en una transnacional.

Desde 2011 la FTIA viene negociando con esta empresa un puente paritario, una compensación financiera que se abona antes de comenzar la negociación paritaria que comienza el 1 de mayo.

Este año Arcor nos negó ese bono sin ningún motivo. No tiene problemas económicos, su balance dio positivo, incrementó ganancias, y como producimos menos, remarcaron tanto los precios en volumen y en facturación que han ganado mucho más que el año anterior. Sin embargo, nos negaron el bono.

Ahora se asoció con Bagó para lanzar una línea de suplementos dietarios para vender en farmacias, con una inversión de 4,5 millones de dólares.

La empresa se reunió con el presidente Mauricio Macri y le dijo que quiere invertir 11,5 millones de dólares, es decir que no tienen problemas como para no darnos el bono.

Tarifazos y recortes
Los empresarios marcan la cancha

Este año, además, el gobierno nos está imponiendo un techo del 15 por ciento para las paritarias y en estos primeros cuatro meses sufrimos un aumento desmesurado de los precios y un incremento salvaje de los servicios públicos.

Y acá en Córdoba estamos pagando los servicios el doble o el triple de lo que se paga en Buenos Aires.

Les cuento esto porque la actitud de las empresas es que sienten que tienen el poder.

Sienten que en los quince años pasados, después de 2003, éramos nosotros los que ganábamos. Recuperamos un poco, es cierto pero no fue tan así. Sin embargo, ahora consideran que llegó la hora de la venganza.

En una reunión que tuvimos con la Cámara nos dijeron: “el 15 por ciento y a llorar al campito”.

Esto es también lo que está pasando en el resto de Latinoamérica, lo que está pasando en el mundo.

El propio gobierno nacional ha dicho que nos va a insertar en este mundo, y el mundo está yendo hacia la derecha.

En Europa, todos los gobiernos han apuntado a resolver las crisis financieras a través de ajustar los salarios y particularmente los regímenes jubilatorios.

En España la reforma laboral tuvo tres ejes fundamentales: bajar el costo de las indemnizaciones, tercerizar y desfinanciar a los sindicatos.

Tenían un sistema en el que el Estado pasaba dinero a los sindicatos para formación y capacitación. De eso se financiaban los gremios españoles, que tienen una baja densidad de afiliaciones.

Lo cortaron de un día para otro y los sindicatos, para poder sobrevivir, se están fusionando: el de alimentación se fusionó primero con el químico y ahora con el metalúrgico. Conclusión: desapareció casi el sindicato de alimentación.

Los sindicatos se han debilitado y perdido capacidad de negociación. Así es mucho más fácil para el poder político y los sectores empresarios impulsar reformas laborales y previsionales.

Eso lo hemos visto con algunos de los compañeros que están aquí en la mesa cuando hemos ido a la UITA y los compañeros españoles, franceses, griegos nos contaron cómo había sido ese proceso.

En Latinoamérica es más virulento todavía, porque estamos pasando de gobiernos progresistas o supuestamente progresistas a otros de derecha y más favorables al sector empresario.

Brasil como laboratorio
Las reformas laborales y sus consecuencias

En algunos países de esta región –Chile, Perú, Brasil– siguen vigentes acuerdos de regímenes laborales de las dictaduras militares.

El sector empresario es allí tan fuerte y el movimiento obrero tan débil que a pesar de que ahora hay democracia y ha habido gobiernos progresistas, los núcleos centrales de la legislación laboral son todavía de la dictadura. Y los sectores más ricos están copando el poder.

En el Brasil de hoy, casi el 50 por ciento de los legisladores son millonarios y/o grandes empresarios. Quiere decir que nunca favorecerán a los trabajadores.

Después del golpe institucional contra Dilma Rousseff la primera ley que aprobó Michel Temer fue la tercerización del mercado laboral: ahora se puede tercerizar cualquier actividad productiva y los trabajadores son contratados por agencias, no son estables.

Un estudio de un abogado laboralista brasilero publicado por La Rel UITA expone los puntos principales de esta reforma. Sería bueno releerlo.

Y en Argentina hoy los principales funcionarios del gobierno nacional son CEO de las principales transnacionales.

Cuando se empezó a hablar en nuestro país sobre la reforma laboral, todos dijimos: “bueno, acá todos los sindicatos somos fuertes, no van a poder”.

Pero cuando entró el proyecto al Senado, en diciembre, nos encontramos con que era peor que el de Brasil: modificaba cientos de artículos de la Ley de Contrato de Trabajo.

Se armó flor de lio y se paró este proyecto de reforma, pero ahora dicen que lo van a hacer por partes, que van a empezar primero con el tema del blanqueo, después por la agencia de salud, después por las pasantías.

Por eso yo les contaba lo de Arcor. Lo de Arcor no es casual: cuando los tipos dicen “basta” es porque vienen en serio contra los sindicatos.

Fíjense el caso de los bancarios: lo primero que hicieron fue sacarles la cuota solidaria.

El caso chileno
Otro “modelo” para los empresarios

Estuve en Chile hace 15 días con la UITA. Estuvimos visitando la fábrica Soprole, que es la principal láctea del país, y vimos cómo era el proceso productivo, absolutamente automatizado.

Solo hay unos pocos trabajadores que mueven las tarimas con los productos ya embalados en las cajas. Son personal externo y ganan menos de la mitad de lo que ganaba un trabajador manejando las maquinas.

La fábrica tiene unos 2.000 trabajadores y muchos son tercerizados. Los tercerizados no tienen sindicato.

¿Cómo es el modelo sindical chileno? El convenio colectivo no existe, solo tienen convenio por empresa, pero pueden existir todos los sindicatos que quieran dentro de esa empresa.

En Soprole había cuatro sindicatos, Unilever Chile tiene tres plantas con ocho sindicatos, Arcor Chile tres plantas con cinco sindicatos. Cada sindicato tiene su propio convenio, su propio salario, los trabajadores de una planta no saben cuánto ganan los de las otras.

La atomización, y en consecuencia la debilidad, de los sindicatos es tan grande que les es imposible hacer frente a una empresa poderosa que produce cerca de dos millones de litros diarios de leche.

Han debilitado tanto a los sindicatos que Chile es el país más desigual del mundo. No significa que sea el más pobre, sino que muy pocos tienen concentrado el 90 y pico por ciento de la riqueza del país y el resto vive en la pobreza.

Esto es lo que se pretende hacer en Argentina. Dicen hacerlo en nombre de la competitividad, pero lo hacen única y exclusivamente para que las empresas ganen más plata, tengan más poder y no tengan sindicatos rebeldes que les exijan mejores condiciones para sus trabajadores.

Vienen por nosotros, vienen por los convenios, y nos quieren llevar a modelos como el chileno, que comenzó a aplicarse en 1976, en la dictadura de Augusto Pinochet.

Mientras tengamos sindicatos fuertes, sindicatos con capacidad de negociar por rama, industria o sector será mucho más fácil discutir la distribución de la riqueza.

Estando desperdigados en mil pedazos, seremos siempre funcionales a los intereses de las empresas.

Héctor Morcillo


Fotos: Nelson Godoy