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Pero, ¿qué es la “reforma laboral”?

Es un intento recurrente del poder económico y financiero, de desandar un camino recorrido por la humanidad en la búsqueda de un mayor equilibrio en las relaciones laborales del sistema capitalista.

En ese trayecto, el capital perdió rentabilidad y poder en la medida que los trabajadores conquistaban derechos.

Pero desde mediados de la década del 70, y en particular desde la caída del muro de Berlín (1989), el poder económico se replantea las concesiones realizadas, y cuando el poder político acumulado lo permite, avanza sobre las conquistas de los trabajadores y trabajadoras (dictadura militar, menemismo, alianza y ahora).

La desocupación, el trabajo “en negro”, las metas de productividad laboral son en gran parte excusas para justificar el despojo a la clase obrera. La realidad es que se busca recuperar rentabilidad y recuperar poder.

Otro verso es el que dice que si a los empresarios les va bien, a todos les va bien. Los datos de la realidad prueban que en las épocas de bonanza económica creció la desigualdad social.

Lo curioso es que lo mismo ocurrió en las crisis. La propia OCDE reconoce que en la actualidad la desigualdad en el ingreso alcanzó su mayor nivel en 30 años. La brecha entre ricos y pobres se sigue agrandando.

La terapia macrista para la “herencia recibida” se traduce en una interminable espiral de recortes sociales, y una violenta recomposición de la tasa de ganancias del capital. La reforma laboral es absolutamente funcional a este objetivo.