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A Enrique Terny

Hasta siempre compañero

Los edificios grises de la Rua Jerónimo Coelho en el centro de la ciudad. Las calles mojadas reflejando el oscuro cemento. El sol proscripto.

Llovía en Porto Alegre, llovía en la pampa inmensa como mar, en aquella primavera de 1979 anclada en las márgenes del invierno climático y dictatorial del Cono Sur cuando te conocí.

Los cuatro delegados del Satif llegaron en coche desde Buenos Aires. En Brasil había problemas con el suministro de combustible y viajaron con varios bidones de gasolina en el maletero. Hoy, con seguridad, serían detenidos por terroristas.

En la VII Conferencia, realizada en plena dictadura militar en Brasil, hay una foto tuya con Dan Gallin. Estás flaco, tus cachetes redondos, tu tez colorada –la de siempre– y un rostro sonriente, eso ya es un tanto extraño.

¿Sería que por aquellos tiempos te calentabas menos?

El sindicato fideero fue el primero en Argentina en afiliarse a la UITA y desde aquella Conferencia en el 79, presidiste siempre la comisión de credenciales y electoral en todas las conferencias regionales.

¿Cuántas veces me mandaste al carajo? ¿Cuántas veces tu voz de aliento llegó sin demanda previa?

¿Cuántos de tus pronósticos políticos y sindicales se cumplieron?

Fuiste compañero de ruta. Con Enildo, en las bananeras en Izabal, perdidas en lo profundo de Guatemala. En Colombia denunciando quién era quién y dando apoyo a Guillermo Rivera -que tanto respetabas- cuando Urabá era un polvorín.

Hace unos días me preguntabas por Siderlei y su salud. Llamaste a Raúl Álvarez cuando él más lo necesitaba. Leíste la entrevista a Dan y coincidiste con él en que nos quebraron la espina dorsal de la fraternidad y el compañerismo.

Dijiste siempre lo que pensabas, en cualquier tribuna. Sin miedo a las tarjetas amarillas o rojas, sin importar el “VAR”, o la normativa dictada por los cardenales burócratas del sindicalismo a quienes tanto detestabas.

Te fuiste el pasado sábado. Estabas en Casilda. El día límpido. El sol, un escándalo de luz.

¿Sabés? Tu partida duele profundo.

Buen viaje, querido Enrique.