Nora Cortiñas (1930-2024)
Buscaba a su hijo, desaparecido por la dictadura argentina, desde hacía 47 años. Fue una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo. Se embarcó en muchas otras causas por derechos humanos, desde los jóvenes de los barrios de las periferias urbanas hasta Palestina, pasando por las comunidades indígenas. Nora Cortiñas murió el fin de semana pasado, a los 94 años.
Daniel Gatti
4 | 6 | 2024
Nora Cortiñas | Foto: Nelson Godoy
La velaron cientos de personas en lo que fuera la Mansión Seré, uno de los centros clandestinos de detención y tortura de la dictadura reconvertido hace algunos años en sitio de memoria.
Nora pensaba que a ese lugar, ubicado en Castelar, una localidad de la provincia de Buenos Aires, se habían llevado los militares a su hijo Carlos Gustavo Cortiñas y una tarde allí se presentó, haciéndose pasar por una señora adinerada que quería comprar el predio para instalar un geriátrico.
Tiempo después acabaría confirmándose que allí funcionaba efectivamente un campo de concentración, pero Nora no lo pudo confirmar aquella vez ni las otras muchas ocasiones en que regresó a sus inmediaciones.
Carlos era estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad de Morón, tenía 25 años y un hijito de dos cuando fue secuestrado el 15 de abril de 1977.
Unas semanas después, Nora fue de las primeras madres que comenzaron a marchar en ronda por la Plaza de Mayo, todos los jueves, con sus pañuelos blancos y sus carteles con las fotos de sus hijos y sus hijas. Las rodeaba entonces la indiferencia. A veces las agredían y la dictadura las llamaba “locas”.
El viernes 31 de mayo, entre las centenas de personas que se juntaron en el miniestadio que se levantó en lo que fuera la Mansión Seré para despedir a Nora estaba, con sus 93 años a cuestas, su compinche de todas las horas, Taty Almeida, una de las pocas sobrevivientes del grupo fundador de las Madres.
También había familiares de otras integrantes del grupo que fueron secuestradas, hijos e hijas apropiados por represores y luego recuperados, abogados, algunos jueces, algunos políticos, militantes de organizaciones sociales y de sindicatos y mucha gente de a pie.
Ondeaba una bandera palestina.
Sergio Smietniansky, abogado de la Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo (CADEP), confió que Cortiñas estuvo en primera fila en los reclamos de verdad y justicia por el asesinato por la policía, en 1987, de tres jóvenes que estaban tomando cerveza en una esquina de barrio, en la localidad de Budge.
Su colega Guadalupe Godoy recordó que Nora instaba a los jóvenes abogados a romper el cerco de impunidad tendido durante larguísimos años por un aparato judicial que apañaba a los responsables de los crímenes de la dictadura, de uniforme o civiles, y luego a la policía del gatillo fácil y a sus mandantes.
Hace apenas un mes, en abril, se la vio en su silla de ruedas en la marcha de los estudiantes universitarios en Buenos Aires contra los planes de recortes del gobierno ultraderechista de Javier Milei.
“Fue una despedida a lo Norita”, dijo Myriam Bregman, abogada también y diputada de izquierda en el Congreso. “Creo que fue lo que ella se merecía: mucha gente y mucho cariño”.
Cuenta una emotiva crónica de Luciana Bertoia en el diario Página 12 que hasta poco antes de su muerte Cortiñas solía asistir a clases de canto y que en los últimos tiempos practicaba entonando “Como la cigarra”, de María Elena Walsh.
“Y en su despedida no hubo quien quisiera contradecirla. Con dolor, con la garganta cerrada, con lágrimas se cantó: ‘A la hora del naufragio / Y la de la oscuridad / Alguien te rescatará / Para ir cantando / Cantando al sol como la cigarra / Después de un año bajo la tierra / Igual que sobreviviente / Que vuelve de la guerra’”.