Argentina | SOCIEDAD | EDITORIAL

Chau, Diego

“Otra vez se hizo de noche en pleno día,
es que un astro se ha desvanecido”
Félix Daniel Frascara

La vida es corta o larga en función de la intensidad con que se la transita. Alejandro Magno vivió solo 32 años. Hay quienes duraron mucho más.

Diego Armando Maradona vivió sesenta, pero la forma en que transitó su existencia fue como si hubiese vivido centurias.

Ha sido, parece mentira escribir en tiempo pasado, el ser humano, el deportista que más alegrías entregó al sufrido pueblo futbolero de Argentina.

El mundo aplaudió sus genialidades desplegadas en distintas canchas del mundo, como sus compañeros en los diversos equipos en los que le tocó actuar lo ungieron en líder absoluto, un título que no se compra en el quiosco de ninguna esquina.

Fue líder por condiciones innatas, por personalidad, porque nunca se escondió, porque tuvo la valentía, aún en soledad, de desafiar al poder de turno.

Fue ungido líder por sus compañeros porque siempre sacó la cara por ellos y a pesar de que también se equivocó, dejó a salvo el juguete de los chicos pobres cuando luego del triste desenlace del Mundial de Estados Unidos expresó “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.

Los accionistas solidarios del poder financiero lo despiden con frases altisonantes, esos mismos accionistas que en vida lo crucificaban, hoy hablan bien del Diego porque es políticamente correcto, porque el Diez ya no puede cuadrarse para enfrentarlos.

Maradona fue una piedra en el zapato para los poderosos y una sonrisa y una caricia al alma para los humildes.

Ídolos no tengo, pero sí admiro a quienes cultivan en el desierto, esos que, aunque la realidad les augure solo cosechas de viento y arena, siguen sembrando. Y ese chico, luego hombre, de Villa Fiorito, sembró aún a sabiendas muchas veces de que solo cosecharía tormentas de arena.

El Diego no fue ni puro, ni níveo, tampoco transitó la vida con zapatillas limpias, pero a diferencia de muchos otros artistas o deportistas supo muy bien a qué parte del camino le concernía el polvo acumulado en las suelas.

Cometió muchos errores, sí señor, algunos que todos los que lo quisimos hubiésemos deseado que no ocurriesen, porque había otros seres humanos en el medio que sufrieron a partir de los mismos. Pero éste no es el momento ni el objeto de la despedida.

Hay quienes pretendieron desacreditarlo por sus reconocidas posturas contestatarias ante determinados hechos. Juzgar a Maradona por sus exabruptos o por su posición política o ideológica es como juzgar a Mozart por cómo jugaba al truco… De necios.

Hoy podría emular a Félix Daniel Frascara cuando desde las páginas de El Gráfico despedía a Justo Suárez, el inolvidable Torito de Mataderos, cuando se marchaba muy joven, a los 29 años víctima de una prematura tuberculosis: “Otra vez se hizo de noche en pleno día, es que un astro se ha desvanecido”.

Chau Diego, querido Diego, hasta siempre.

El mundo te llora. Nosotros, también.