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–El panorama es desolador.
–Sí. Veremos catástrofes económicas, sociales y ecológicas de
consecuencias tremendas. Mucho antes de que los desequilibrios
climáticos lleguen a los extremos que se prevén: un planeta más
caliente, con el nivel del mar subiendo e inundando ciudades como
Río de Janeiro, Amsterdam y otras; los desequilibrios climáticos
perjudicarán enormemente las cosechas. ¿Y de qué servirá un cli-
ma más agradable en las playas de Noruega, si no tendremos más
comida? Eso ya está empezando a suceder. Hace una década la
humanidad tenía grandes reservas de granos, hoy tenemos para
pocos días y hay cada vez menos. Tres cosechas malas en los Es-
tados Unidos, Canadá o en Argentina y estaremos perdidos.
Y para
colmo, ahora los chinos también quieren alimentar el ganado
y las gallinas como acá, con trigo; imagínate, se acaba todo.
–¿Cómo definiría al agricultor moderno?
–El agricultor estadounidense, o el que se dedica a la soja en el sur
de Brasil,
es un tractorista, un aplicador de veneno, es un tor-
nillo muy pequeño en una inmensa máquina tecnoburocrática
que empieza en los campos de petróleo de Arabia Saudita, de
México, etc., que pasa por las refinerías, por la industria quí-
mica, por la industria metalúrgica y llega hasta los super-
mercados y los
shopping centers
.
El agricultor moderno es eso,
una pieza muy pequeña en una enorme máquina. Lo que hubo fue
una reestructuración de tareas, ¡y dicen que eso es progreso!
Tenemos que llevar esta información a los obreros y campesinos
de todo el mundo. Necesitamos intercambiar experiencias con to-
dos. Claro que los países ricos todavía no se dan cuenta de que
LARESPONSABILIDAD
ÉTICA DE LOS TÉCNICOS
Hace un tiempo la asociación de los
agrónomos brasileños desistió de continuar
con un proceso judicial que había iniciado en
mi contra. Sucede que en un artículo que
publiqué en Londres y luego en una entrevista
efectuada aquí en Brasil dije que si no
hubiéramos contado con la intervención de
los ingenieros agrónomos, de las escuelas de
agronomía, de los institutos de investigación,
tendríamos hoy en el mundo bellísimas
culturas campesinas, altamente productivas,
ecológicamente sanas y de gran justicia social.
Fueron los agrónomos que se entregaron a la
industria y destruyeron lo que había de bello
en la naturaleza. Por eso los agrónomos me
quisieron procesar, pero como yo exigía que
fueran audiencias públicas con la televisión y
todo, no se animaron.
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