-Fue una experiencia inédita. La visita a la planta frigorífica de JBS en Omaha, Nebraska me dejó tristemente impactado.
La velocidad de la producción es demencial, las norias van a un ritmo enfermizo, violento.
El esfuerzo repetitivo es tremendo; las condiciones de higiene son pésimas, el piso es de cemento rústico, ni hablar de las condiciones de seguridad, las correas, no tienen protección; escaleras resbaladizas; no existe salida de emergencia, si hay un incendio mueren todos hacinados.
El panorama es realmente terrible.
Lo que los trabajadores -al menos de ese frigorífico- hacen en tres horas, nosotros en Brasil lo hacemos en una jornada completa de ocho.
No tienen pausas para refrigerio, ni ningún tipo de beneficios y las condiciones de salubridad son aberrantes.
Los animales que manipulan son de gran porte, más de 20 arrobas, unos 60 kilos más que los de Brasil, y se faenan 4.000 reses por día. Es casi un trabajo esclavo.
La mayoría de los empleados son de origen latino, en particular de América Central, porque los estadounidenses no se prestan a este tipo de trabajo y menos en estas condiciones.
-¿Y el salario?
-El salario ronda los 5.000 dólares pero el costo de vida, sumado a los gastos que tienen para desempeñar su trabajo, es muy alto.
Los trabajadores tienen que pagar la ropa de trabajo, el transporte, la comida, todo.
-¿Se acordó realizar algún tipo de coordinación…?
-Evidentemente desde Brasil y Argentina, donde se trabaja en otras condiciones, podemos ayudar mucho.
Espero que con el trabajo desarrollado con el apoyo de UITA podamos cambiar en algo esta realidad. Mejorar de alguna forma las condiciones de esos compañeros. Pongo mi esperanza y mi trabajo en ello.