María Isabel Cárcamo, coordinadora de Rapal Uruguay y Enildo Iglesias asesor de la Rel-UITA brindaron declaraciones sobre el tema a hispantv, en el marco de la actividad global que se realizó contra la transnacional.

 

“El efecto más notorio que tiene Monsanto en Uruguay es el cultivo de transgénicos, y el uso masivo de agrotóxicos, dice Cárcamo, quien agrega “por otro lado se han extendido peligrosamente las tierras cultivadas con soja transgénica. Se habla de 1.400.000 hectáreas y eso es un disparate en este país”, advierte.

 

Sobre el mito que empresas como Monsanto lanzan acerca de que los transgénicos pueden ser la respuesta al hambre en el mundo, Iglesias recuerda que: “las cuatro principales variedades de transgénicos que se producen son soja, maíz, canola y algodón.

 

Las tres primeras están destinadas a la elaboración de agrocombustibles y a la producción de piensos o raciones para las vacas europeas y la última, el algodón, es utilizado para la industria de la vestimenta, por lo tanto en ningún caso el destino de los cultivos transgénicos es el alimento”, señala.

 

Entre los efectos del cultivo indiscriminado de transgénicos está el desplazamiento de pequeños y medianos agricultores que terminan vendiendo o arrendando sus tierras a los grande productores.

 

“Las mayores plantaciones en Uruguay son de soja y maíz, esta producción no le deja nada al país, se exporta el 100 por ciento sin retención por parte del gobierno y con una mano de obra casi nula; los productores en su amplia mayoría son extranjeros, lo que hace inentendible este tipo de cultivos en Uruguay”, indica Iglesias.

 

Otro fuerte reclamo por parte de los activistas uruguayos es que en este país todavía no existe una legislación que obligue a las empresas de alimentos a etiquetar aquellos que son elaborados con transgénicos.