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Afuera, por la calle empinada pavimentada de piedras irregulares, siguen llegando los colegas y amigos de Carlos. “Los compañeros del sindicato no nos han dejado un solo instante. Son personas maravillosas y su apoyo ha sido fundamental en estos momentos tan difíciles”, dice Luz Omaira.
Carlos Ossa estaba durmiendo cuando, a las 4 de la mañana del 3 de marzo, efectivos del ESMAD atacaron con violencia el campamento de los corteros en huelga. Comenzaron a golpearlo. Varios testigos dicen haberle visto levantar las manos para defenderse, mientras le disparaban una bomba lacrimógena a quemarropa.
El impacto en su rostro fue devastador. No contentos, arremetieron contra él a patadas y golpes, y con machetes le propinaron varias heridas, una de ellas muy profunda en la cabeza. Los médicos del hospital de Pereira no saben si podrá vivir, sin embargo su esposa está firmemente convencida de que volverá a casa.
Con voz suave, pero llena de firmeza, Luz Omaira habla de su marido, de sus sueños, de su contagiosa vitalidad, del firme convencimiento de que esta lucha por la dignificación del trabajo y del salario era justa y necesaria.
“Siempre ha sido una persona pacífica, pero firme en sus convicciones. Ha pasado los últimos 11 años de su vida cortando caña en el Ingenio Risaralda. Un trabajo duro con el que mantenía a su familia. Estaba entusiasmado e ilusionado con la idea de la huelga y se metió de lleno en la organización y la movilización. Sabía que era la única forma que los trabajadores tenían para que la empresa recapacitara, parara la persecución y se sentara a dialogar”, dijo Luz Omaira.
El domingo 1 de marzo, Carlos preparó todo lo que iba a necesitar durante la protesta pacífica. La mañana siguiente se despidió de su esposa y de sus hijas y salió rumbo al Ingenio Risaralda.
“Nos manteníamos en contacto. La última llamada la hice a las 10 de la noche del lunes. Me dijo que todo estaba tranquilo y que estaban bien organizados con la comida. Nuestra hija le pidió que se viniera porque tenía miedo que le pudiera pasar algo, pero él contestó que no se movería hasta ganar esta batalla”, recuerda.
A las 6 de la mañana del martes 3 de marzo, la esposa de otro compañero llegó donde Luz Omaira y le avisó que Carlos estaba en el hospital.
“El mundo se derrumbó. Corrí al hospital y ya estaba en coma. Los compañeros me contaron cómo los atacaron. A Carlos le dispararon una bomba lacrimógena en la cara y perdió un ojo. Ya en el suelo comenzaron a golpearlo sin compasión y tiene varias heridas de machete. Se ensañaron contra él con violencia inaudita…De verdad no sé cómo llamarles a estas personas”.
Su estado sigue siendo muy crítico y tiene un alto riesgo de morir. “Todo esto es absurdo. No es posible que por exigir el respeto a sus derechos legítimos, mi marido y los compañeros del Sindicato hayan sido masacrados”, agregó Luz Omaira.
Para ella y sus hijas no es fácil. Además de quedar sin el único sustento económico que tiene la familia, el vacío en el hogar es lo que más pesa.
“No logramos dormir y el vacío es enorme. Nuestra vida ha cambiado drásticamente. Afortunadamente podemos contar con la solidaridad de los compañeros del Sindicato. En todo momento han estado pendientes de nosotras y de la salud de Carlos. Nunca nos han dejado solas”, señala con lágrimas en los ojos.
Los pueblos donde más se concentra la mano de obra del Ingenio Risaralda se han movilizado casi diariamente para denunciar la violencia de este gobierno y la intransigencia de la empresa.
De la misma manera han manifestado en las calles su solidaridad con Carlos Ossa y su familia. Las esposas de los corteros han marchado apoyando la justa lucha del Sintrainagro.
A pesar del pronóstico pesimista de los médicos, Luz Omaira está segura de que su marido se recuperará y volverá con su familia. Asimismo, dice que no descansará hasta que los responsables de esta barbarie hayan sido castigados.
“No pueden acabar con los seres humanos y destruir a las familias sin que nada pase, sin que nadie pague por estos crímenes. La impunidad es total y nosotros somos los primeros que debemos poner un alto a esta situación”, dice.
“Me siento orgullosa de mi marido, de su entusiasmo, de su compromiso y de lo que se ha logrado con esta lucha. Debemos rebelarnos y luchar para que se haga justicia. Y si Carlos llegara a faltar, como mujer voy a seguir apoyando la justa lucha de los corteros de caña”, concluye Luz Omaira.