Dos argentinos (Hernán Pérez Orsi y Camila Speziale), una brasileña (Ana Paula Alminhana Maciel), un neozelandés, un polaco y tres rusos fueron los cinco integrantes del grupo ecologista liberados entre el lunes 18 y el martes 19.

 

A un noveno, el australiano Colin Russell, la justicia rusa le prolongó en cambio la detención preventiva hasta el 24 de febrero y todavía no se sabe nada de los 21 restantes, cuyo arresto provisional expira el 24 de noviembre.

 

Pero ninguno de ellos, ni siquiera los liberados luego del pago de una fianza de 45.000 dólares, está a salvo. Todos pueden ser condenados todavía por  “vandalismo”, un delito penado con hasta siete años de prisión.

 

El gobierno de Vladimir Putin pretendía primero condenarlos por “piratería llevada a cabo por un grupo organizado”, una figura que prevé penas aún más duras, de entre diez y quince años de cárcel, pero las protestas fueron tan grandes en todo el mundo que se vio obligado a bajar en algo los decibeles.

 

“El verdadero crimen no es el que nuestros compañeros hicieron, es decir protestar, sino perforar en búsqueda de petróleo en el mar Ártico, como lo hacen las empresas  Gazprom y Shell, y seguir utilizando combustibles que provocan el cambio climático”, dijo Hernán Nadal, director de Movilización Pública de Greenpeace en Argentina.

 

“Camila y Hernán presos por las petroleras”, decían los carteles desplegados en las diversas manifestaciones organizadas en Argentina por Greenpeace en demanda de la liberación de los 30, y que reunieron a más de 15.000 personas.

 

Desde el 19 de setiembre se han llevado a cabo marchas y acciones de protesta en todo el planeta (incluido un Día de Acción Global) y los pedidos de liberación de los activistas han llovido, desde uno formulado por la Unión Europea, hasta otro de once ganadores del premio Nobel de la Paz, pasando por un manifiesto firmado por 75 premiados con el Nobel Alternativo y miembros del Consejo para el Futuro Mundial, pertenecientes a más de 30 países.

 

Los Nobel alternativos “aplaudieron las protestas prudentes y no violentas contra la perforación petrolera de Gazprom y su socia Shell, en el Ártico, que plantea una peligrosa amenaza para el frágil ambiente del lugar y el clima global”, y señalaron que gracias a la protesta de Greenpeace “se atrajo la atención del mundo hacia uno de los planes más controvertidos” de las petroleras: “considerar al derretimiento de los hielos, una consecuencia de cambio climático, como estímulo para extraer más recursos fósiles”.

   

Foto: pircure-alliance / AP