Unilever y su metodología en la región para golpear sindicatos
La transnacional Unilever actúa de la misma manera en todos los países de América Latina cuando va a proceder a despidos masivos o al cierre de líneas de producción, áreas o plantas enteras: los trabajadores son los últimos en enterarse.
Bernabel Matos – Departamento de Educación Rel UITA
27 | 02 | 2023
Foto: Gerardo Iglesias
Así se ha podido verificar incluso cuando hay vigentes convenios colectivos que comprenden clausulas específicas que imponen avisos o negociaciones previas. Ha pasado en República Dominicana, Argentina, Chile y últimamente en Ecuador, y ya es, de hecho, una norma de actuación de esta compañía.
Veamos solo dos casos.
En República Dominicana, cuando Unilever decidió cerrar sus operaciones convocó sorpresivamente a la directiva del sindicato un jueves a las 4 de la tarde para informarle de su resolución, que se haría efectiva al día siguiente.
La directiva fue en la práctica obligada a permanecer en la planta hasta las 10 de la noche, hora de terminación del turno.
Al concluir la reunión, pasadas las 22 horas, los empresarios propusieron hábilmente al sindicato continuar las discusiones a las 8 de la mañana del día siguiente en el Ministerio de Trabajo. Pidieron además que la noticia no fuera comunicada a nadie para “evitar un escándalo y no dañar la imagen de la empresa”.
En su buena fe, el secretario general del sindicato y los demás dirigentes lo aceptaron.
Pero el viernes la planta amaneció militarizada, con un contingente de seguridad privada rodeando todas las instalaciones y prohibiendo la entrada al personal.
La dirección empresarial estaba en simultáneo en el Ministerio de Trabajo con un documento en el que informaba de la decisión tomada y del hecho que tenían listos los cheques del pago de prestaciones, incluyendo el fuero sindical de los dirigentes.
Mientras la directiva sindical estaba atrapada en el ministerio, los trabajadores, uno por uno, fueron recibiendo en la fábrica sus prestaciones, sin que nadie los orientase, porque, además, a pedido de los funcionarios de gobierno, los dirigentes gremiales habían debido silenciar sus celulares para que “las negociaciones no fueran interrumpidas”.
En la Rel UITA nos enteramos el lunes, cuando todo estaba consumado.
En Ecuador, el 31 de octubre pasado la filial de la transnacional decidió despedir a 89 trabajadores y trabajadoras, que se enteraron de la medida el mismo día, cuando no pudieron ingresar a la planta porque sus credenciales de acceso no eran reconocidas.
La gerenta del centro nacional de distribución en Guayaquil, Isabel Miranda, ordenó intempestivamente al personal que se mantenía afuera: “formen cinco grupos”.
Igual a lo sucedido en la República Dominicana años atrás, ordenó poner los celulares en silencio e inmediatamente dio la noticia −sin anestesia alguna−: “el contrato de trabajo ha terminado el día de hoy. Van a pasar uno a uno con el personal de Recursos Humanos, que les va a indicar sus valores de liquidaciones y otros beneficios. Es todo lo que tenía para decirles. Esperen a ser llamados”.
Tampoco hubo ámbitos de negociación en Chile y Argentina cuando la transnacional cerró plantas en esos países.
Apenas alguna ecuación no le cerró, Unilever levantó campamento, dejando en la calle a centenas de trabajadores, algunos de los cuales trabajaban hacía décadas para la compañía.
Es el modus operandi habitual de las transnacionales, pero esta, además, actúa con particular premeditación y alevosía.
Pecan de ingenuidad aquellos sindicatos o trabajadores que piensan que pueden confiar en empresarios como los de Unilever, que cuando se instalan en un país son todo miel y promesas.
Que esta experiencia nos sirva a todos para confirmar, una vez más, que los trabajadores solo pueden confiar en sus propias fuerzas y sus propias herramientas.