América Latina | 8M | EDITORIAL
8M
La lucha día a día
“Por un mundo donde seamos socialmente iguales,
humanamente diferentes
y totalmente libres”
Rosa Luxemburgo
El 8 de marzo es una fecha emblemática de reivindicación y lucha femenina en el mundo entero. Fue instituida por la ONU en 1975 aunque las mujeres del movimiento obrero la celebraban desde varias décadas antes como forma de visibilizar las desigualdades, contra la explotación capitalista y la consagración del sufragio universal.
Amalia Antúnez
07 | 03 | 2022
Foto: Gerardo Iglesias
Desde hace algunos años el movimiento obrero y el feminismo internacional se han apropiado de la fecha convocando a huelga mundial femenina como forma de demostrar la importancia de las mujeres en el mercado laboral y más recientemente de la mano de otros movimientos sociales surgidos en América Latina como el Ni una menos y el Me too en Estados Unidos, las mujeres del mundo marchan contra todos los tipos de violencia de género.
Llega un nuevo 8 de marzo y con él un cúmulo de reflexiones y el clásico balance de lo mucho que se avanzó y de lo tanto que aún falta en materia de igualdad y equidad de género.
América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales y violentas en muchos órdenes.
La falta de políticas de prevención de la violencia hacia las mujeres, el machismo como cultura dominante y la impunidad reinante son quizá las principales causas para que todavía las estadísticas muestren a nuestra región como una de las más peligrosas para las mujeres.
Para lograr verdaderos cambios en las estructuras de las sociedades patriarcales no basta con postear una foto en una marcha, o poner la programación televisiva con mujeres como protagonistas durante el mes de marzo, ni ser pro feminista en redes sociales. No podemos perder de vista que la lucha debe ser día a día, sumando nuevas voluntades, construyendo nuevos protagonismos y conquistando nuevos espacios de poder.
Han pasado más de 100 años de las primeras protestas por igualdad de condiciones y derechos de las mujeres y sin embargo las desigualdades persisten, no podemos dejar que pasen otros cien años más.
La lucha es cotidiana, permanente, empieza en casa, sigue en las escuelas, en el parlamento, en los sindicatos, en el trabajo, en el bar de la esquina, con la familia, con los amigos y en la calle.
Allí nos encontrarán.