El MPT, con quien nos unen años de labores conjuntas, es uno de los organismos que están librando una férrea lucha contra el trabajo esclavo contemporáneo en Brasil y ha sido siempre un aliado del movimiento obrero.

De ahí surge su participación en la reunión del Clamu, entre otras cosas porque Sônia es mujer, trabajadora, y la defensa y protección de sus derechos es de toda la clase obrera.

Gabriela Visca, dirigente de la Federación Argentina de Trabajadores de Aguas Gaseosas y Afines (FATAGA), reflexionó en esa ocasión sobre el tema. A continuación, lo medular de su mensaje.

“Es conmovedora la historia que acabamos de escuchar. Pienso en este momento en todas las personas, los amigos y compañeros de facultad de los hijos de esa familia que pasaron por esa casa durante esos 40 años.

Gente que por distintos motivos calla situaciones o que justifica lo injustificable.

Pero en lo que más pienso desde que se inició la exposición del doctor Luciano es: cuántas cosas damos por resueltas, cuántos derechos asegurados, que lo único que tenemos que defender, por ejemplo, en nuestro país, es nuestro modelo sindical que hace punta en Latinoamérica y en el mundo.

Estamos en realidad dejando de lado muchas cosas, no por desidia sino porque nos concentramos en lo más cercano y terminamos desnaturalizando que hay hermanos y hermanas en el planeta que no tienen los mínimos derechos garantizados.

El de Sônia es un ejemplo extremo, pero nos interpela a ampliar nuestra mirada hacia los demás desde el punto de vista de los derechos humanos, defenderlos y promocionarlos siempre.

En Argentina nos dimos cuenta de eso recientemente con relación a los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar.

Creímos que la defensa de los derechos humanos nunca sería cuestionada. Sin embargo, sí está sucediendo. Hay una parte de la sociedad que pregona un discurso negacionista.

Ni hablar que no se está logrando ver al otro como un ser humano, al pobre, al que está solo, al que tiene capacidades distintas. Nos cuesta vernos como iguales.

Cuánta gente habrá pasado por la casa de los Borba* sin ni siquiera llamarles la atención que hubiera una persona en esa situación, en ese estado.

Entonces, tenemos que comenzar con urgencia a mirar a nuestro alrededor para ver lo que realmente está pasando.

Agradezco la oportunidad de poder participar de este espacio y de esta campaña porque siento que nos interpela como sociedad a estar más atentos y a luchar, no solo por nuestros reivindicaciones salariales y sí por el derecho a gozar de una vida digna.

Quizá esta lucha nos haga regresar 100 casilleros, porque son temas que recuerdan a siglos pasados, pero mientras no logremos afianzarnos en la igualdad y dignidad para todos y para todas, van a seguir surgiendo casos como el de Sônia”.

*Sônia permanece desde hace cuatro décadas en casa del juez Jorge Luiz de Borba, en condiciones análogas a la esclavitud, trabajando sin paga, sin haber podido escolarizarse, aislada del mundo.