-¿Qué puedes decir de la situación en la Amazonia?
-Las quemas de parte de la floresta amazónica no son algo nuevo. Siempre hubo deforestación y desde que tengo memoria hay una permanente degradación del medio ambiente.
También siempre hubo personas que denunciaron estos actos. La mayoría de ellas están muertas, asesinadas por quienes lo único que buscan es aumentar el lucro sobre los recursos naturales que son bienes comunes.
La Amazonia está completamente herida, deshecha y no es de ahora. Lo nuevo es que ahora los destructores tienen carta blanca.
Han sido legitimados y hasta incentivados por el presidente. Se creó un grupo de Whatsapp compuesto por terratenientes de la zona denominado “día del fuego” para coordinar las quemas. Así de simple y siniestro.
Quemaron las zonas que tenían planificado quemar, incluidas tierras públicas, y todo con el aval del presidente, que después tuvo el descaro de decir que no estaba al tanto, para luego ser desmentido por el Ministerio Público, que mostró pruebas donde informaba sobre el episodio, tres días antes.
Entonces la irresponsabilidad con la que se maneja este gobierno es descomunal.
-En este escenario, ¿cuál es la situación de los activistas y defensores?
-Entre los defensores del medio ambiente y de los derechos humanos se da una creciente vulnerabilidad que no es apenas simbólica, que es real.
Vivimos con un temor permanente, porque lo que se ha producido es el desmantelamiento de los sistemas de protección de los defensores de los bienes comunes. Me refiero al sistema institucional, y eso en la práctica se extiende hacia otros ámbitos.
Recibimos ataques de varios lados porque gracias al discurso de nuestro presidente, los grileiros, garimpeiros, madereros y demás usurpadores se sienten legitimados a abrir fuego frente a quienquiera que se les oponga o los denuncie.
Mi estado, Pará, es campeón en asesinatos de líderes sociales, sindicalistas y ambientalistas, esto no es una novedad, lo que sucede ahora es que esta gente tiene carta blanca para actuar. Se ha legitimado el ecocidio y el genocidio.
Si antes la impunidad imperaba, ahora es reina y señora.
Pero este tipo de acciones, lamentablemente no se limitan a los territorios amazónicos, esta violencia exacerbada se vive en la favelas, en comunidades indígenas y en todo el país porque se trata de una política de Estado.
El propio presidente niega los derechos humanos, pero los niega para los pobres, para los negros, para los LGBTI, para los ambientalistas, para los indígenas, para las mujeres, no para la “gente de bien”, como él dice.
Entonces este discurso violento está permeando la sociedad brasileña, y hay personas que se sienten en el derecho de quitarles la vida a otras porque sí, porque su presidente les dio la posibilidad de andar armados, entonces este país se ha convertido en un verdadero desmadre.
-Van ocho meses de gobierno y la sensación desde afuera es que el desmantelamiento de derechos, de las instituciones del estado es vertiginoso y el pueblo está en estado catatónico…
-Hay una suerte de hipnosis general, es cierto.
La situación hoy es por demás compleja y si bien existen explicaciones para la llegada de Bolsonaro al poder, hasta ahora me cuesta digerir cómo ese ser nefasto es el presidente de mi país.
Lo primero que hacemos muchos brasileños es fijarnos en la prensa a ver qué disparate, qué estupidez, qué violencia, qué falta de respeto el presidente se mandó hoy.
-¿Cómo se sale de esto?
-Para mí la salida es la revolución del pueblo, que es el más afectado por las políticas de este gobierno. Cuando la gente se dé cuenta de lo que está pasando, cuando se tome conciencia, ahí se levantará.
A muchos de los electores de Bolsonaro ya les ha caído la ficha, pero están en su burbuja de vergüenza, porque lo que sienten es eso, vergüenza.
Después hay otros que se darán cuenta cuando vean que todos los derechos que tenían les fueron quitados, con la reforma laboral, con la reforma de la seguridad social, los recortes en educación, en salud, etcétera.
Esto de la Amazonia es mínimo dentro de todo el descalabro generalizado que están haciendo.
El pueblo fue gestando un odio contra la izquierda que lo cegó, un rechazo al comunismo, como si Brasil en el algún momento hubiera sido comunista. Ni parecido fue.
Sí hubo un progresismo en políticas sociales hacia los más carenciados, pero los gobiernos del PT estuvieron muy lejos de ser socialistas y mucho menos comunistas.
-Eso evidencia la falta de politización de muchos brasileños y brasileñas…
-Sin dudas, pero además esa ignorancia política los lleva a un nivel de cerrazón hacia todo aquel que piense diferente, lo que torna imposible el diálogo.
Cuando las medidas que viene tomando el presidente se traduzcan en no poder comprar pan o leche para los hijos, entonces creo que Bolsonaro caerá.
La Amazonia será el inicio de esta caída, estoy segura.