Escribió el ministro de Agricultura Rodolfo Zea Navarro un artículo en el periódico El Tiempo que tituló “La situación del agro, más allá de la pandemia”.
El tema de la papa merece una mirada detallada de quienes creemos que la situación que vive el agro es de una prolongada pandemia, por las políticas que con tanto ahínco se defienden y que con el Covid-19 se hicieron evidentes para millones de colombianos.
La política de apertura económica llevada a cabo por César Gaviria y quienes lo sucedieron, además de destruir los institutos del sector que protegían la producción agropecuaria, logró borrar del mapa las siembras de cebada, maíz, avena y trigo en las regiones en las que rotaban con sembradíos de papa, cebolla, frutas y otras legumbres de clima frío.
Las importaciones de esos alimentos terminaron eliminando la producción nacional y miles de campesinos y empresarios agrícolas nacionales fueron obligados a refugiarse en la papa, la cebolla, unas frutas y la leche que, con los tratados de libre comercio, TLC, tienen el mismo destino de los ya eliminados del paisaje agrícola nacional.
Los cultivos que permitían rotar las siembras desaparecieron y los esfuerzos productivos se concentraron en la papa, razón que lleva a la sobreproducción, la consiguiente caída de precios de compra y a la quiebra de muchos productores.
Una revisión de las cifras de papa importada revela crecimientos continuos en volumen y precios.
La crisis económica, que asomó las narices el año pasado, más la pérdida de capacidad de compra de millones de hogares por el Covid-19 trajo el cierre de hoteles, colegios y restaurantes y la vertiginosa caída del consumo.
Con las importaciones del año anterior y de este se terminó generando una sobre oferta del producto y la crisis de precios que llevó a los productores a vender en las carreteras nacionales y las calles de Bogotá, configurándose un año más de problemas en la comercialización que, al igual que en los años anteriores, tampoco se atienden ni resuelven por quienes deciden las políticas del sector.
Frente a esa realidad, el ministro afirma que las 56.000 toneladas importadas este año no son la muerte del sector ni el fin de la producción nacional.
Para los productores, en cambio, significa aumentar la sobre oferta que baja el precio interno.
¿Para qué traer papa que podemos producir? ¿Para qué beneficiar al productor extranjero y ayudar a generar crisis de precios en el mercado nacional?
Y, si hay problemas de comercialización, de estacionalidad de las cosechas por manejo de agua, si no hay una política de rotación de cultivos, prometida desde el paro de 2013, si los programas de almacenamiento y transformación poco funcionan y si, además, es cierto que las 2 2.700.000 toneladas que producimos abastecen nuestro mercado, ¿para qué seguir importando papa?
¿Para unificar el consumo nacional de la llamada papa a la francesa?
Y de nuestra biodiversidad y variedad de papas, ¿qué?
La solución que proponemos es volver a sembrar lo que se cultivaba en esas tierras, reconstruir lo que se tenía en protección del sector y construir lo mucho que hace falta para desarrollar un agro prospero.
De eso el ministro nada dice. Su solución es la agricultura por contrato.
Pero esa agricultura es limitada y estrecha. Las cifras que da el ministro así lo prueban.
De más de 2,5 millones de productores de alimentos del país, el ministerio aspira a vincular este año a 130 mil.
Señor ministro: ¿aspira a resolver su cartera de esa manera la comercialización de los productos del agro?
De otra parte, la solución coyuntural para los productores de papa está ligada a que el gobierno nacional disponga de recursos suficientes para una agresiva política de compras públicas del tubérculo −al menos 80 mil toneladas− a precios justos para el productor. Y la entregue a millones de colombianos que no disponen de ingreso para comprarla.
Situación parecida atraviesan otros cultivadores de alimentos: maiceros, plataneros, yuqueros, frijoleros. Y en el arroz se anuncia una crisis parecida.
Sacar el agro nacional “al otro lado” requiere revisar los TLC y una vigorosa política para sustituir por producción nacional lo que hoy importamos.
(La Rel reproduce pasajes de esta columna. Los subtítulos son de La Rel).