-Cuéntanos sobre la marcha de la escuela de agroecología en el Cuzco donde el papel de la mujer es protagónico y fundante.
-A través del PDR, Flora Tristán desarrolla un proyecto en seis distritos diferentes de la provincia Quizpicanchi, en Cuzco.
Estamos en comunidades campesinas que se localizan desde los 2.300 metros de altura hasta los casi 4.000 metros sobre el nivel del mar.
La zona en la que trabajamos es una extensión geográfica muy diversa.
Esta tarea tiene ya bastante continuidad en el tiempo, y estamos acumulando procesos de empoderamiento de las mujeres campesinas a través de su participación en la escuela de agroecología.
-¿Cuántas mujeres participan y cuáles son los alcances del proyecto?
-Son 80 mujeres participando en este proyecto de capacitación integral, en el cual aprenden un poco más sobre derechos humanos y derechos en general, como ciudadanas, pero en particular también como mujeres y productoras rurales.
Eso va de la mano con las competencias que adquieren como agricultoras, como mujeres andinas herederas de toda una tradición ancestral de relación con la naturaleza, la tierra, la Pacha Mama.
Lo que hacemos con este proyecto es retomar antiguas técnicas, recuperar ese saber para profundizar la apuesta en la agroecología como una forma alternativa de desarrollo sostenible.
-Tradiciones y saberes en riesgo de extinsión…
-Saberes en resistencia, que están ahí. Este proyecto retoma y mantiene estas prácticas agrícolas que van en contraposición a las usadas mayoritariamente, a las tecnologías que no son sostenibles porque hacen un manejo perjudicial de los suelos, del agua, porque emplean agrotóxicos, etcétera.
Estas mujeres llevan adelante una campaña que se denomina “Quizpicanchi, provincia agroecológica y libre de violencia”. Es el lema que identifica su trabajo y su propuesta de generar los medios de supervivencia para ellas, sus familias y comunidades a partir de la tierra, pero sin dañar a la naturaleza.
-El modelo agrícola dominante es violento, autoritario, no piensa en el mañana…
-Sin dudas. Además es soberbio, porque piensa que lo que extrae es infinito y no se da cuenta que los ciclos de la naturaleza son eso, ciclos que requieren tiempos para regenerase.
Estas 80 mujeres de la escuela han logrado afirmarse en la dirección por la agroecología, y forman parte de comunidades donde, por lo general, en las grandes extensiones de maíz o de papa, las familias campesinas todavía producen de la forma tradicional usando inclusive agrotóxicos.
Sin embargo, ellas tienen sus biohuertas y también cultivos a campo abierto con esta propuesta agroecológica. Por otro lado, ellas son formadoras de sus pares: cada una tiene diez personas a las que enseñar y replicar sus conocimientos, de esa forma estamos llegando a unas 800 personas, hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Ellas van contagiando su pasión.
-En el modelo de producción convencional el agricultor cumple un rol irrelevante, pero estas mujeres campesinas, en cambio, son protagonistas de procesos y promotoras de cambio, ¡vaya diferencia!
-De hecho es así, ellas son las que lideran y promueven este cambio de paradigma, algo para nada sencillo, pues la agroecología lleva su tiempo, toma más trabajo, involucra más dedicación y requiere amor por lo que se hace, por la tierra, por los ciclos naturales, el respeto a la vida y es, precisamente ese amor el que hace que este tipo de agricultura persista.
Estas mujeres tienen muy claro que quieren producir alimentos no solo para ahora, quieren que sus hijos, sus nietos, los hijos de sus nietos hereden esto. De lo contrario, la subsistencia en el mundo no será viable.
Ya hay grandes extensiones de tierra donde no se cultiva nada, la mayoría por el mal uso de los suelos que han quedado contaminados o desertificados por tanta química.
Muchas de las mujeres que van a la nuestra escuela han tenido que trabajar sus tierras por varios meses para recuperarlas y hacerlas fértiles nuevamente, porque era una tierra tan maltratada que no estaba apta para sembrar.
-Tenemos un gran entusiasmo por respaldar vuestro proyecto…
-A nosotras también nos llena de entusiasmo y alegría, sobre todo porque no es la primera vez que Las Floras y la Rel UITA trabajan en coordinación, y sin dudas somos buenas semillas y daremos buenos frutos.
Vamos por el mismo camino de justicia social, contra todo tipo de discriminación y violencia, queremos un mundo donde las personas del campo y la ciudad puedan tener una vida digna, no una vida sin apellido.