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Con Osvaldo Bayer
El pueblo siempre hace justicia
Las primeras huelgas patagónicas
La 13 Conferencia de la Rel-UITA vivió un bellísimo y muy emotivo momento cuando se presentó la “Cantata Patagonia de Fuego”, del cantante y compositor Sergio Castro, basada en los cuatro tomos de “Los Vengadores de la Patagonia Trágica”, obra del historiador y escritor argentino Osvaldo Bayer que reconstruye las primeras huelgas rurales de Argentina y probablemente también de Latinoamérica, en cuya represión
fueron asesinados 1.500 trabajadores rurales.
Carlos Amorín
24 | 10 | 2006
Osvaldo Bayer | Foto: Rel-UITA
La presencia magnética del propio Osvaldo Bayer en la sala, leyendo pausadamente tramos elegidos de sus libros, lectura matizada de brevísimos y sarcásticos pincelazos, fue una parte esencial del espectáculo. La voz rotunda y generosa de Castro, su inconfundible “sonido argentino”, y la proyección simultánea de algunas imágenes de la película “La Patagonia Rebelde”, filme de Héctor Olivera también inspirado en la obra de Bayer, le dieron a la Conferencia un cierre emotivo, de alta calidad cultural y cargado de contenido que contó con el auspicio decidido de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE).
-¿Cómo surgió la idea de la Cantata?
-Me vino a ver Sergio Castro, me dijo que es músico, que había leído mi obra La Patagonia Rebelde y quería hacer una Cantata basándose en el libro. Para mí resultó una oportunidad de llegar a otro público, para hacer conocer las huelgas patagónicas, así que le dije que contara conmigo. Y salió esta Cantata con la cual estoy muy conforme. Sergio es un hombre muy inspirado, que canta y compone muy bien, por lo que hemos tenido mucho éxito. Cuando Gerardo Iglesias nos invitó a venir a esta 13 Conferencia de la UITA aceptamos de inmediato, para que esa temática de las represiones feroces que hubo en Argentina también sea conocida en otros países. En este caso una represión que no provenía de una dictadura militar -a lo que ya estamos acostumbrados- sino del primer gobierno argentino elegido por voto popular, el del presidente Hipólito Yrigoyen, y que dejó 1.500 trabajadores rurales muertos.
-¿Por qué ocurrieron esas huelgas?
-Realmente, cuando uno ve el petitorio de ellos piensa: ¡qué poco pedían!
-¿Cuál fue el contexto de esa masacre?
-Fue ejemplarizadora la forma en que esos obreros llegaban de otras latitudes y se organizaban a pesar de las represiones policiales que ya había en la zona. Antes la Patagonia dependía directamente del gobierno nacional, no estaba dividida en provincias como ahora. Eran Gobernaciones cuyo titular era designado por el Presidente de la República. Por supuesto que allí se ejercía la enorme influencia de los dueños de la tierra que, en general, eran estancieros británicos que habían recibido la tierra por la llamada Concesión Grünbein, acordada por el general Julio Argentino Roca. Fueron 2.500.000 hectáreas en las cuales estos británicos introdujeron la oveja iniciando esa actividad en la zona, y sirviéndose, además, de una explotación salvaje de obreros rurales recién llegados sobre todo de España e Italia. La mayoría era anarquista. Se organizaron primero en los puertos y en donde había ferrocarril. Formaron una Sociedad Obrera de Oficios Varios en la que entraban todos. Así empezó la afiliación de los obreros rurales, pero la explotación era tan grande que una de las primeras cosas que se hizo fue elaborar y presentar un pliego de peticiones.
-¿Qué pedían?
-Cosas que hoy parecen ridículas como un paquete de velas por mes y por peón, porque en el invierno patagónico el sol sale a las 10 de la mañana y a las tres y media ya es de noche. En los llamados “camarotes”, que era dónde vivían los obreros, no había luz eléctrica. También pedían que el botiquín de primeros auxilios y medicamentos contuviese indicaciones en español y no en inglés, y que se tomaran peones casados y no sólo solteros para que se poblara la Patagonia, y por supuesto pedían un muy pequeño aumento del jornal. Se hizo una huelga que fue acatada por todos. Es tan épico ver hoy los volantes que los obreros hicieron en sus humildes prensas… Uno se pregunta cómo pudieron parar las estancias en aquellas distancias enormes, teniendo en cuenta que sólo usaban el caballo para trasladarse, y la Sociedad de Obreros tenía sólo un FORD T. Sin embargo el paro fue generalizado. Hubo extraordinarios dirigentes obreros como el gallego Antonio Soto, que actuó en la zona de Río Gallegos, como el gallego Outerello en la de Puerto Santa Cruz, el argentino Albino Argüelles, que trabajó en la zona de Puerto San Julián, y José Font, un gaucho entrerriano llamado “Facón Grande” porque le gustaba usar un facón (cuchillo) de gran tamaño atravesado en su faja de gaucho.
-¿Cómo reaccionaron los estancieros?
-Ellos ni siquiera reconocieron la existencia de la Sociedad Obrera. Pero igual se hizo la primera huelga. Corría el año 1921, y el presidente Yrigoyen, del Partido Radical, en el primer mandato democrático de la historia argentina ya que no había sido elegido como hasta entonces en los atrios de las iglesias sino por voto secreto y directo, ordenó al teniente coronel Varela que fuera hasta allá con el 10 de Caballería, observara la situación y tomara una resolución. Varela fue y vio las condiciones pobrísimas y de explotación en que vivían esos obreros e hizo firmar un primer Convenio en el cual se le acordaban todos los puntos que reclamaban los trabajadores que, como ya vimos, no era mucho pedir. Varela se retiró, pero los estancieros inmediatamente dijeron que ese Convenio lo habían firmado por la fuerza, bajo amenaza de las armas, y que no lo cumplirían. Y así lo hicieron. Las estancias fueron entonces nuevamente ocupadas por los obreros. Irigoyen mandó de nuevo a Varela, pero ya con la orden de terminar para siempre con las huelgas patagónicas, dándole el “Bando de la Pena de Muerte por Subversión”. El teniente coronel Varela llega con el 10 de Caballería y, sorpresivamente para los obreros, en vez de hacer cumplir el Convenio que él mismo había promovido comenzó a detener a los dirigentes rurales y a fusilarlos. Comenzó así una tremenda orgía de sangre que, según los propios obreros, tomó la vida de 1.500 trabajadores rurales, mientras que los estancieros dijeron que las víctimas de la represión fueron “solamente” 750. Por su parte, el Ejército consignó 26 muertos mientras huían como consecuencia de la aplicación de la llamada “Ley de Fuga”.
-¿Cómo impactó esto en la sociedad del momento?
-Tuvo un enorme eco en la clase trabajadora argentina y se logró que el tema fuese tratado en el Congreso, donde se demostró que fue una matanza terrible. Se conocieron todos los detalles. A instancias de la oposición se integró una Comisión Investigadora que se trasladó a Santa Cruz para reconstruir los hechos. Se llegó a confrontar al presidente Irigoyen preguntándole por qué le había dado la potestad a Varela de aplicar la pena de muerte cuando ella había sido abolida en la Argentina. No obstante, la mayoría radical del Congreso se retiró de sala en esa sesión dejando a la Cámara sin número suficiente. Y nunca más se discutió el tema.
Ese mismo año ocurrirá también la matanza de los hacheros de los bosques norteños de quebracho donde se vivía la misma explotación que en la Patagonia. Los hacheros hicieron huelga y fueron reprimidos por la Gendarmería Volante, al servicio de los madereros pero pagados por la gobernación de Santa Fe, también radical. A pesar de los fusilamientos la resistencia permanecía activa, por lo que el presidente Irigoyen envió allí al 12 de Infantería con sede en la ciudad de Paraná, cuya acción será masacrar a los obreros en huelga. En este caso nunca se llegó a saber cuántos muertos hubo.
-Teniendo en cuenta esta historia, estos antecedentes, ¿cuál es la situación actual de los trabajadores rurales argentinos?
-Hoy las condiciones son otras, existe la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) que tiene otra autoridad. Es la que ha permitido que en la Patagonia hayan quedado consagrados los héroes de ese movimiento obrero patagónico. Hoy Facón Grande tiene un precioso monumento que fue financiado por UATRE; también la demarcación de tumbas masivas, como la de los 610 fusilados de la estancia La Anita, cercana a Río Gallegos, se hizo también con apoyo de Gerónimo Venegas, secretario general de la UATRE, así como la expresión escultórica ubicada en la entrada a Puerto San Julián, en la que se recuerda a Albino Argüelles, héroe fusilado por orden del capitán Elbio Carlos Anaya, que por esas ironías de la historia argentina llegó a ser después Ministro de Justicia e Instrucción Pública, ese fusilador. Se ha recordado también con una calle el nombre de Antonio Soto, y en la localidad de Calafate hay una roca que lo recuerda. Pero no hay absolutamente nada que recuerde a los fusiladores de uniforme, ni siquiera una placa.
-¿Qué fue del teniente coronel Varela?
-Los anarquistas no eran nenes de pecho, y por haber fusilado a 1.500 compañeros aplicaron con él el “derecho de matar al tirano”. El anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens le arrojaría una bomba a Varela y después le dispararía seis balazos que determinarían su muerte. Ese fue el fin del teniente coronel Varela, y Wilckens siempre pasó como un gran héroe del movimiento obrero, porque utilizó esa ley no escrita, pero respetada: “el derecho de matar al tirano”. Cuando en un país no hay justicia, el pueblo tiene derecho a hacer justicia con sus propias manos.
Osvaldo Bayer (centro) junto a la Cantata Patagonia de Fuego | Foto: Rel-UITA