Treinta y dos años después la historia se repite, casi un centenar de obreras han fallecido en un complejo textil donde funciona una red de empresas importadoras, de calzado, accesorios y ropa juvenil para mujeres. Esta maquila ubicada en la calle de Bolivar y Avenida Chichipolca, es parte de una cadena global de suministros que produce para marcas mexicanas e internacionales.
Todo indica que el edificio no tenía las condiciones de ser habitable, al parecer sufrió daños estructurales incluso desde 1985 cuando en la misma zona sucedieron muchos de los colapsos de estructuras más conocidos de esa época y que se cobraron incontables vidas humanas.
En la estructura se encontraban no menos de 120 personas, vehículos, toneladas de telas y accesorios, máquinas de costura industriales livianas y especiales.
Varias versiones que circulan en redes sociales, reproducen el testimonio de sobrevivientes que hablan que habían puertas que se abrían con huellas digitales y que habrían entorpecido la evacuación.
El caso ha atraído la atención nacional e internacional, y miles de voluntarias y voluntarios han participado de las labores de búsqueda y rescate. Pero pasadas 72 horas de la tragedia, una valla humana con la mayoría de mujeres voluntarias, está tratando de impedir el uso de maquinaria pesada para la remoción de los últimos escombros que es donde precisamente podrían encontrarse sobrevivientes y/o cuerpos de las víctimas.
Las intenciones de tan rápida acción desde las autoridades ha levantada la indignación y la sospecha de activistas y voluntarios. Es tanto el apoyo local, que en el acceso a la fabrica en la calle de Bolivar y Fray Servando, se instalaron centros de acopio para enviar ayuda en víveres y brigadas, a otros estados como Morelos y Puebla, también fuertemente impactados por el terremoto.
Andrés Díaz, uno de estos miles de voluntarios, nos relató cómo llegaron al lugar tras algunos minutos de sucedido el colapso, cuando algunas personas luchaban para salir por sus medios. Andrés, tras tres días continuó llegando luego de algunas pausas para descansar o asistir a su trabajo, y como fueron apoyando desde el primer momento las labores de rescate.
El caso de este nuevo desastre industrial levanta la sospecha sobre las condiciones en que se confeccionan las prendas de una gran cadena de suministros que generalmente incorpora a corporaciones locales y transnacionales.
Es de esperarse que toda la atención que el caso está suscitando sea el inicio de renovados esfuerzos a nivel nacional e internacional para exigir justicia para las obreras afectadas, sus familias, y en general para todo el sector de obreras textiles en México, bastante fuera de la atención global en los últimos años.
En México, Gilberto García – Enviado especial