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Informe especial

Los productores lácteos siguen desapareciendo

La lechería dejó de ser un negocio rentable para muchos productores en un país donde era una de las principales industrias. Las dificultades coyunturales de los últimos años profundizaron los problemas estructurales del sector, lo que se tradujo en una disminución de establecimientos y la caída global de la industria.

Luciano Costabel


Fotos: Gerardo Iglesias

A mediados de 2014, el precio de los productos lácteos cayó estrepitosamente a nivel global.

En Uruguay, a pesar de ello, el valor que la industria pagó a los productores lecheros se mantuvo estable hasta el año siguiente, comprometiendo su rentabilidad.

Sin embargo, cuando las industrias terminaron de ajustar los montos que pagaban por la materia prima, los productores, que recibían más de 40 centavos de dólar por litro de leche remitido, pasaron a cobrar casi la mitad.

La situación llevó a que muchos recorrieran el camino del endeudamiento para seguir funcionando, vendieran parte de su capital o directamente abandonaran la actividad.

Si bien el precio mejoró en el último tiempo (30 centavos actualmente), sigue lejos de los valores de los primeros años de la década pasada y no parece ser suficiente para evitar que sigan desapareciendo establecimientos lecheros.

Sumado a ello, el desarrollo de la lechería está signado por un enorme gasto productivo. La mayoría de los ingresos de los productores son utilizados diariamente en alimentos, fertilizantes, energía, combustible, mantenimiento y demás insumos. Las dificultades se profundizaron con el aumento sostenido de los costos fijos.

Según explicó a La Rel Roberto Cereani, productor y presidente de la Asociación de Productores de Parada Esperanza, en el departamento de Paysandú, Uruguay tiene costos internos sustancialmente más elevados que los países competidores (Nueva Zelanda y Australia), lo que lo pone en desventaja cuando disminuyen los precios internacionales.

Ante esta realidad, desde hace años las gremiales lecheras insisten en la necesidad de reducir costos para enfrentar uno de los principales problemas que aquejan a la actividad: los márgenes de ganancia.

A fines del año pasado, en la Comisión de Ganadería, Agricultura y Pesca del Parlamento las autoridades del Instituto Nacional de la Leche (INALE) explicaron que la lechería creció durante diez años a una tasa del 4 por ciento anual porque los productores tenían un margen de unos cinco o seis centavos de dólar por litro de leche remitido.

Contrariamente, en los últimos cinco años ha estado por debajo de los tres centavos.

Cooperativas, un patrimonio en riesgo

La realidad no es similar en todos los establecimientos, al punto que, a decir de las propias autoridades, se los podría dividir por tercios: “Hay 700 productores que están creciendo a tasas del 13 por ciento, tienen buenos números y están haciendo dinero. Tenemos 700, chicos, medianos y grandes, que están estacionados, y 700 que están disminuyendo su producción, con los cuales hay más dificultades”.

Los bajos márgenes generan preocupación para los más afectados, porque “no hay retribución de la inversión diaria y dificulta pensar en reinversiones a largo plazo cuando todavía la rentabilidad no es buena”, expresó a La Rel Walter Frisch, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL).

La falta de sostenibilidad pone en riesgo el patrimonio del país, que es la gran cantidad de productores cooperativistas, agregó.

Por su parte, desde INALE se sostuvo que la realidad demuestra la existencia de un modelo “probado y exitoso”, pero que requiere dinero e inversión.

“Hay muchos productores que tienen posibilidades de acceder a eso y hay otros que, por la situación económica, por tamaño o edad no están dispuestos o no pueden hacerlo”, argumentaron. Un grupo que “va quedando por el camino”.

La necesidad de producir más empuja a los tamberos a aumentar su superficie. Sin embargo, en los últimos años, con la entrada de capitales extranjeros, la tierra adquirió un valor inmobiliario superior al rendimiento de la lechería, haciendo inviable sumar hectáreas.

El crecimiento está supeditado, principalmente, al aumento de litros remitidos a la industria para generar así una escala considerable.

El problema que afecta a los productores que buscan crecer en superficie se suma a otros que atraviesan a la mayoría del sector: dificultades en el recambio generacional, deudas acumuladas, necesidad de reinvertir y falta de incentivos para producir más.

Menos tambos, menos superficie, menos remitentes

Según datos de la Oficina de Estadísticas Agropecuarias del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y el Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG), entre 2011 y julio de 2020 desaparecieron en Uruguay 1.200 tambos, uno de cada cuatro.

Esta disminución afectó principalmente a los pequeños y medianos productores, destacando los establecimientos con menos de 50 hectáreas (hubo, en contrapartida, un leve aumento de los tambos más grandes).

Además, se perdieron 71 mil hectáreas dedicadas a la actividad y el número de remitentes a la industria cayó 28 por ciento (869 predios menos).

Los datos analizados por La Rel reflejan que la cantidad de productores continúa en acelerada caída, profundizando en los últimos cinco años una tendencia observada desde tiempo atrás.

Pese a la disminución en la cantidad de remitentes, en 2020 se superó el récord histórico en remisión de leche a plantas industriales: casi 6 por ciento más que el año anterior.

Concentración en aumento

Los datos muestran que el sector afronta un proceso de concentración en su producción.

En la comisión del parlamento, el presidente de INALE Álvaro Lapido advirtió de una lectura engañosa de los números de remisión y remarcó la importancia de dos grandes jugadores en la actividad: Estancias del Lago y el Grupo Olam.

Si no se contara su producción, la lechería habría caído entre 12 y 14 por ciento, dijo.

Estancias del Lago, de la familia argentina Bulgheroni, produce unos 500.000 litros de leche por día, y Olam, propiedad de un grupo de inversión estatal de Singapur, ronda los 250.000.

Olam cuenta en Uruguay con 66.000 vacas lecheras y 32.000 hectáreas dedicadas a la actividad, pese a que, desde 2014, se estableció la prohibición de compra y tenencia de tierras, con finalidades de explotación agropecuaria, a empresas extranjeras en las que tuviera participación un Estado extranjero.

La presencia de este tipo de establecimientos se acredita por las lógicas de escala, que afectan mundialmente a los distintos sectores agroproductivos, explicó Lapido.

Si no se ha profundizado en Uruguay, agregó, es debido a las industrias cooperativas, donde el productor es socio y logra igualar los precios sin diferenciar por su tamaño.

Industria afectada

Al igual que en el sector primario, la fase industrial láctea sintió directamente el impacto por la caída de precios de 2014.

Previamente, se encontraba en una etapa de crecimiento debido al aumento de las exportaciones y sus ingresos, principalmente, de la mano del mercado venezolano.

Pero los precios cayeron rápidamente: disminuyeron a la mitad en la leche en polvo y más del 20 por ciento para los quesos.

El escenario de crecimiento hasta esa fecha produjo un gran proceso de tecnificación, con un aumento de los costos muy importante.

La caída en los precios tomó a varias empresas con proyectos de inversión ya lanzados, lo que generó un endeudamiento enorme que, en muchos casos, se mantiene hasta hoy, destacando el caso de las cooperativas queseras.

Algunas industrias debieron realizar ajustes; otras directamente cerraron sus plantas:

Indulacsa (actualmente Lactalis, Francia) cerró su planta de elaboración de quesos; Ecolat (Grupo Gloria, Perú) dejó la actividad durante unos años y reactivó su producción a principios de 2020, con un quinto de su capacidad; las cooperativas Calcar, Claldy y Coleme enfrentan dificultades financieras; Pili y Schreiber Foods cerraron.

El contexto actual no impacta del mismo modo en todas las industrias.

La mejora de los precios internacionales del último tiempo permitió pagar mejor a los remitentes de las industrias productoras de leche en polvo.

El problema de rentabilidad se manifiesta, principalmente, en las empresas queseras, que pueden igualar el precio promedio del mercado, amenazando con que los productores que las abastecen se reconviertan a otra actividad o se vayan hacia otras industrias, sostuvo ante el Parlamento Francisco Rostán, técnico de INALE.

Ello repercute en una falta de materia prima, lo que vuelve más caro mantener la infraestructura industrial.

Sin embargo, según Frisch, ni las industrias queseras ni las dedicadas a la elaboración de leche en polvo están dispuestas a pagar más. Por ello se hace vital mejorar el margen en la fase primaria, “para que haya más leche”, puntualizó.

En un contexto de recuperación gradual en la demanda de lácteos a partir de la superación de los efectos económicos de la pandemia, y con una cadena productiva afectada en todos sus eslabones, desde la ANPL se trabaja en diversas propuestas para revitalizar con énfasis en los productores.

Propuestas al sector

Diversas propuestas se han planteado con el fin de revitalizar la lechería.
Para mejorar los márgenes, desde las gremiales se plantea incrementar un 3 por ciento la devolución de impuestos a las exportaciones de productos lácteos por un plazo mínimo de 18 meses.

También se propone el establecimiento de una tarifa eléctrica “lineal” que permita reducir costos energéticos y la formulación de una herramienta financiera para generar un fondo que mejore la rentabilidad del sector en unos 3 centavos.

Desde INALE se trabaja a su vez en una estrategia combinada: en primer lugar, mejorando los ingresos mediante el acceso a nuevos mercados y con menos aranceles.
Por el otro, reduciendo costos a través de un cambio en la dieta animal, con la incorporación de más pasturas en detrimento de concentrados o reservas.