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Un trabajador tercerizado muere y la transnacional mira para otro lado

Unilever y su sombra de precariedad y muerte

Walter Jonathan Bartholin Lillo, trabajador de Unilever-ID Logistic (subcontratada por Unilever), murió el 15 de junio producto de un grave accidente del trabajo durante su labor y la transnacional no se hace cargo del hecho ni lo ha comunicado formalmente. Es una de las consecuencias del proceso de externalización y precarización del trabajo emprendido desde hace tres años en Chile por la firma de origen angloholandés.

Gerardo Iglesias

“Ni siquiera se paró la faena en la empresa y el hecho pasó desapercibido para la sociedad, los trabajadores, las autoridades. Hay que recordar que Unilever tiene mucho dinero y no sería raro que haya comprado a la prensa”, informaron a La Rel dirigentes sindicales de nuestra organización desde Chile.

“Ahora tienen todo tercerizado, su dirección dice que nada tiene que ver con la muerte del trabajador, pero es mentira. Son responsables porque esa empresa es contratada por ellos. Es la primera vez en mas de sesenta años que una persona muere durante su faena en Unilever en Chile” y la resposnsabilidad es de la actual gerencia de Recursos Humanos, dijeron.

Cuando la transnacional cerró sus últimas plantas en el país, el año pasado, tras sucesivos ajustes de personal e instalaciones, tenía unos 320 empleados. Despidió a 250 y se quedó con el resto, para tareas de administración de las empresas que externalizó.

“El proceso de subcontratación ha producido deterioro y precarización del empleo, lo que ha determinado que los actuales empleados de Unilever sean externos de medianas y pequeñas empresas nacionales y extranjeras y que la transnacional no respete ninguna norma de seguridad ni de Responsabilidad Social Empresarial”.

Este proceso de externalización “se está haciendo igualmente con la última empresa que cerraron, la empresa de detergentes y químicos. Están construyendo una nueva planta y le pasaron las marcas a una compañía colombiana (SCALPI). Están llamando a los trabajadores para contratarlos por salarios mínimos, sin convención colectiva ni sindicato. Impresentable y vergonzoso”.

La ofensiva antilaboral comenzó cuando desembarcaron en Chile Lucas Flores (argentino) y Felipe Valdez (chileno), gerentes de recursos humanos. “Despidieron a más de 3.000 personas y externalizaron todo para abaratar costos”, denunciaron los sindicalistas.