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El Estado español vuelve a ser líder europeo en venta de plaguicidas, con un total de 75.190 toneladas vendidas según los últimos datos europeos.
Parte de los plaguicidas empleados quedan en los alimentos como residuos invisibles y llegan a las bocas de las y los consumidores.
Para garantizar que estos residuos no superan los límites máximos de seguridad, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) realiza controles anuales sobre un número de muestras de alimentos.
Según sus últimos análisis, realizados sobre muestras de alimentos de 2019, el 98,3 por ciento de las muestras cumplen la normativa porque, aunque tienen restos de plaguicidas, están por debajo del límite establecido.
Pero estos análisis muestran también que en los alimentos de venta en España hay una amplia presencia de plaguicidas.
Concretamente, el 34 por ciento de todas las muestras analizadas contenían uno o más plaguicidas, una proporción que asciende al 44,4 en frutas y verduras. En algunas muestras se detectaron hasta nueve plaguicidas diferentes.
Las fresas fueron el alimento con más residuos de plaguicidas, 37, de los que 25 son disruptores endocrinos.
El informe presta especial atención a la contaminación con plaguicidas que afecta al sistema hormonal, los conocidos como disruptores endocrinos, porque cualquier cantidad de estas sustancias puede desencadenar daños en la salud, de manera equiparable a las sustancias cancerígenas.
Es decir, los límites máximos de residuos empleados por AESAN no protegen frente a estos plaguicidas para los que la única protección es prohibir su uso.
Además, el efecto combinado del cóctel de diferentes sustancias pone a la población ante un peligro desconocido e imposible a evaluar, según la comunidad científica.
El informe también denuncia que España sigue utilizando un elevado número de plaguicidas no autorizados por la legislación europea.
El 31 por ciento de los residuos detectados pertenecen a plaguicidas no autorizados. Pero el porcentaje real es mayor porque AESAN deja fuera del análisis los plaguicidas más utilizados en el campo.
Un ejemplo es el del 1,3-dicloropropeno, que no se analiza en las muestras a pesar de ser el tercer plaguicida más utilizado en 2019 y considerado cancerígeno por la IARC.
Ante esta situación, en lugar de mejorar sus análisis, AESAN empeora la calidad de su control, reduciendo tanto el número de plaguicidas que analiza como el número de muestras que toma, situando a España a la cola de toda Europa en número de muestras por cada 100.000 habitantes.
La solución a esta contaminación está en manos de la administración española que debe cumplir la normativa europea y reducir un 50 por ciento el uso y riesgo de los plaguicidas químicos para 2030.
Para ello, la administración debe ser valiente y favorecer la transición a una agricultura que utilice menos sustancias tóxicas, más respetuosa con la salud y con el medio ambiente.
(Tomando de www.ecologistasenaccion.org)