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Orígenes y perspectivas de un golpe

El nuevo régimen de Bukele

El actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, descendiente de inmigrantes palestinos que llegaron hace unos cien años al país, desarrolló una rápida carrera política que lo ha llevado desde la alcaldía de una pequeña villa a la de la capital, y tras vicisitudes políticas, ganar la
presidencia de la república.

David Mena


Ilustración: Allan McDonald

Las vicisitudes se refieren a la militancia de Bukele en el FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional), con cuya bandera ganó las alcaldías de la pequeña villa de Nuevo Cuscatlán de y San Salvador.

Bukele demandó de la dirección del partido la candidatura a la presidencia en 2018 para presentarse a las elecciones de febrero de 2019 y convertirse en el tercer presidente del FMLN.

Contaba con el respaldo de un sector del partido, pero había otros interesados y tras sufrir una sanción disciplinaria que debió enfrentar Bukele (había violentado de palabra a una militante del FMLN, miembro del concejo municipal), la correlación interna llevó a su expulsión.

Ello lo llevó a constituir su propio partido (Nuevas Ideas), pero mientras eso se realizaba buscó respaldo en otros para lograr su candidatura.

Lo intentó con Cambio Democrático (pequeño partido indefinido ideológicamente y con un diputado en la Asamblea Legislativa), pero por la presión del FMLN y partidos políticos de la derecha, el Tribunal Supremo Electoral lo eliminó.

Bukele encontró entonces cobijo en otro partido de derecha, GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional), escindido del viejo ARENA (Alianza Republicana Nacionalista).

A pocos minutos para vencer el plazo de las inscripciones de las candidaturas presidenciales, Bukele pudo competir, burlando las presiones del FMLN y de ARENA, conscientes de la amplia popularidad de Bukele entre los sectores populares.

Esa popularidad, lograda por su experiencia personal y familiar en la publicidad (su empresa fue responsable de la propaganda electoral del FMLN durante años), su hábil manejo de las redes sociales y la identificación de palabras clave para insertar en el imaginario popular (“devuelvan lo robado”, “los mismos de siempre” y otros similares) le permitió poner contra la pared al FMLN y la derecha.

La elección la ganó con más del 53 por ciento de los votos válidos en la primera vuelta.

Treinta años de frustraciones

El marco de referencia histórico que facilitó el triunfo electoral de Bukele en 2019 lo dan los años que ejercieron el gobierno los partidos ARENA y FMLN, antes y desde los Acuerdos de Paz en 1992, durante los cuales hubo cuatro administraciones de ARENA (1989-2009) y 2 del FMLN (2009-2019).

Tres décadas en las que la mayoría de la población no sintió que mejoraran sus condiciones de vida.

La política general de ARENA se orientó hacia la reducción del Estado (privatizaciones) y políticas neoliberales, como respuesta a lo que había impulsado el gobierno de Estados Unidos, antes de la paz, es decir una reforma agraria y nacionalización de bancos y comercio exterior, con la finalidad de sacar el agua al pez (es decir política contra-insurgente) y aislar la base social de la guerrilla del FMLN.

El Frente ganó la presidencia prometiendo mejorar la vida, pero las secuelas de la grave crisis financiera y económica de los años 2008 y siguientes lo dejaron sin margen de maniobra.

Por lo tanto, solo podía administrar la crisis, aunque logró aumentar los ingresos del Estado y propiciar algunas mejoras para niños y ancianos y sectores como los veteranos de la guerra (ex soldados y ex guerrilleros).

En términos económicos era difícil lograr los cambios requeridos, aunque en la vida política había libertad ciudadana y expresión y defensa de los derechos humanos largamente violados en las décadas anteriores.

En ese lapso de los 30 años se evidenciaron otras formas de hacer negocios (estaban implícitos los tradicionales de la vieja oligarquía con el uso patrimonial del Estado) que implicaban el saqueo del presupuesto nacional y por tanto una generalizada corrupción gubernamental (incluidos los tres órganos del Estado y el Ministerio Público).


Ilustración: Allan McDonald
Una corrupción rampante

La sociedad civil organizada, incluidos nuevos periódicos digitales, dadas las libertadas conquistadas, presentaba con más frecuencia evidencias de la corrupción.

Así fueron conocidos muchos casos del enriquecimiento ilícito y de negocios turbios que tenían alcaldes, diputados, ministros y, finalmente, presidentes de la república.

Varios procesos judiciales evidencian ese avance de la sociedad salvadoreña para eliminar el flagelo de la corrupción.

Claro, los viejos problemas también seguían vigentes, como el desempleo, la violencia homicida y la violencia intrafamiliar, la marginación y exclusión social y económica, la migración ilegal hacia Estados Unidos.

Aquí se inscribe también el problema de las pandillas de jóvenes que ejerciendo violencia en sus inmediatos ámbitos geográficos obtienen ingresos para sobrevivir, amenazando con asesinar (y cumpliéndolo) a quien no entregue el dinero demandado.

La vida económica del país funciona porque ingresan anualmente miles de millones de dólares desde Estados Unidos en concepto de “remesas familiares” enviadas por los 3,5 millones de salvadoreños de la diáspora.

En 2020 ingresaron por remesas 6.500 millones de dólares, una cantidad muy similar al presupuesto general de la nación de ese año.

En ese ambiente se desarrollaron las elecciones presidenciales de febrero de 2019, ganadas por Bukele, aunque la mitad de la población no votó.

Explicable la abstención porque la población está con desesperanza y atribuye a “los políticos” los males que padece la nación.

El nuevo presidente tomo posesión de su cargo el 1 de junio de 2019 y como tenía una baja representación partidaria en la asamblea legislativa era difícil que lograra acuerdos para concretar sus propuestas.

Su pelea diaria la daba por Twitter y sus seguidores respondían a sus llamados de acusar a la oposición política de corrupta. Es decir, mantuvo su perfil de combate sin buscar alternativas de negociación.

El 9 de febrero de 2020 Bukele invadió la asamblea legislativa con apoyo de la fuerza armada y de la policía nacional civil para presionar a los diputados que aprobaran un préstamo internacional.

Le valió el repudio internacional, y como no logró su cometido decidió enrumbar su política hacia las elecciones de diputados para procurar la mayoría que necesitaba.

Cuando estalló la pandemia de Covid-19 demandó legislación especial para enfrentarla.

Bukele desafió a la Sala de lo Constitucional con decretos ejecutivos inconstitucionales. Hubo durante varios meses una inquietante situación política en la que los tres poderes estaban enfrentados.

La nueva asamblea legislativa fue elegida en febrero de 2021 y Bukele obtuvo más de los dos tercios de los diputados, número suficiente para destituir o elegir magistrados de la Corte Suprema de Justicia o al Fiscal General de la República.

El 1 de mayo, el flamante parlamento destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General, sustituidos por individuos fieles al presidente.

Disputa por la hegemonía

Hubo un repudio nacional e internacional inmediato.

Para Bukele, el primero no tiene importancia porque considera que la oposición es minúscula (dice que el 97 por ciento de la población lo apoya), pero la reacción internacional no entraba en sus cálculos.

El presidente invitó entonces a representantes extranjeros a una reunión que debía ser privada, pero la filmó y terminó acusando a sus invitados de inmiscuirse en decisiones soberanas de El Salvador.

Ahora la pregunta es: ¿para qué quiere Bukele todo el poder?

Nuestra hipótesis apunta a que estamos frente a la disputa de la hegemonía que en los últimos cien años ha ejercido la vieja oligarquía cafetalera.

Tras los cambios en el desarrollo capitalista del país desde que en los años 50 del siglo XX se diera la industrialización por sustitución de importaciones, esa oligarquía se convirtió en industrial, inversionista, banquera, comerciante, socia de capitalistas extranjeros, sin abandonar el café e incorporando otras actividades agroindustriales como la producción y exportación de azúcar.

Ha tenido la capacidad de transformarse manteniendo su condición dominante frente a otros grupos empresariales, entre los se encuentran la familia Bukele y otras familias y grupos económicos afines.

El desenlace de esta coyuntura política nos dirá si la hegemonía cambia de manos o si los diversos grupos de la clase capitalista terminan negociando, tomando en cuenta que intervienen en el juego fuertes intereses de empresas extranjeras (vinculadas con nacionales) provenientes principalmente de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia.

Sin duda, estamos frente a una situación histórica parecida a los años 1944, 1948, 1960 y 61 y 1979, cuando se dio el último golpe de Estado protagonizado por jóvenes oficiales del ejército que derrocaron a un gobierno militar ilegitimo.


NdE: el autor es amigo y compañero de muchos años y muchas luchas. Gerardo Castillo, otro amigo y compañero en común, lo convenció −sin mucho trámite− de escribir este artículo para la Rel UITA, lo cual reconocemos y valoramos gratamente.