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Bayer presiona a México para que no prohíba el glifosato
Los conocidos de siempre
En una continuación de hecho de los famosos Papeles de Monsanto (una serie de revelaciones sobre los métodos empleados por la transnacional para desacreditar a quienes denunciaban la nocividad de sus productos y sus presiones sobre gobiernos, políticos y científicos), el diario británico The Guardian acaba de dejar al descubierto metodologías similares utilizadas por Bayer, actual propietaria de Monsanto, para que México desista de sus planes de prohibir el glifosato.
Daniel Gatti
Ilustracíon: Allan McDonald
La publicación inglesa –que obtuvo la documentación a partir de una solicitud de acceso a la información pública por el Centro para la Diversidad Biológica– señaló que Bayer actuó en conjunto con altas autoridades del gobierno estadounidense de Donald Trump y organismos que reúnen a empresas productoras de semillas modificadas genéticamente.
No pudo averiguar si la nueva administración de Joe Biden persiste en la misma línea.
Durante 18 meses altos ejecutivos de la compañía alemana, al igual que la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y el Servicio de Agricultura en el Extranjero del Departamento de Agricultura de ese mismo país, presionaron sobre integrantes del gobierno de México para intentar disuadirlo de que prohíba las fumigaciones con glifosato.
(Cabe señalar que en épocas de Trump la EPA era un oxímoron: había estado al frente del desmantelamiento de las –escasas y modestas– leyes de protección ambiental promulgadas bajo los gobiernos de Barack Obama).
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en una de sus pocas decisiones acordes con sus promesas de defender la soberanía alimentaria y proteger la salud de los trabajadores y el medio ambiente, había anunciado ampliamente su plan de que el glifosato dejará de utilizarse en el campo mexicano a partir de 2024.
El 31 de diciembre pasado fue publicado un decreto en ese sentido.
Bayer le reconoció a The Guardian que apenas supo de ese proyecto comenzó a moverse.
“Al igual que muchas empresas y organizaciones que operan en industrias altamente reguladas, proporcionamos información y contribuimos a los procesos normativos y de elaboración de políticas públicas con base en la ciencia”, admitieron sus representantes en México.
E insistieron con una mentira que las empresas agroquímicas y algunos gobiernos, entre ellos muy notoriamente el de Estados Unidos, no dejan de repetir: “no hay evidencia científica” sobre los perjuicios que causaría el glifosato.
Una prueba contante y sonante de que sí existe evidencia científica al respecto son los miles de millones de dólares que la propia Bayer ha debido pagar en indemnizaciones a cientos de agricultores estadounidenses que la denunciaron por los daños que ese agrotóxico causó a ellos mismos, sus familiares y a su entorno ambiental.
La transnacional no pagó esas fortunas porque quisiera sino porque ha sido condenada en sucesivos juicios en los que se reconoce la validez de la literatura científica y los testimonios que dan cuenta de la nocividad del glifosato.
The Guardian cita enormidad de correos electrónicos enviados a autoridades mexicanas tanto por jerarcas de Bayer y de otras empresas de la industria reunidas en un lobby llamado CropLife como por el propio Robert Lighthizer, jefe de la USTR, amenazando a México con represalias en caso de que prohibiera el glifosato.
Una de las estrategias que manejaron los empresarios, la USTR y la EPA fue incluir el tema en el Tratado de Libre Comercio norteamericano, que abarca a los dos países y a Canadá.
Lighthizer, por ejemplo, le escribió a Graciela Márquez, secretaria de Economía de México, que “los problemas con el glifosato” podrían perjudicar las relaciones bilaterales con Estados Unidos.
En otro de los correos se menciona a los gobernantes mexicanos como “activistas manifiestamente contrarios a la biotecnología” y de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios del país latinoamericano se dice que es “un problema serio”.
También se citan mensajes dirigidos por Chris Novak, presidente de CropLife, a Lighthizer, alertándolo sobre la posibilidad de que México aplique el mismo principio que aplicó para prohibir progresivamente el glifosato (el principio de precaución) a otros pesticidas.
“Si México amplía el principio de precaución se pondrán en peligro 20.000 millones de dólares en exportaciones agrícolas anuales de Estados Unidos a México”, dijo el empresario para conmover al sensible Lighthizer y conminándolo a actuar al “más alto nivel político”.
Estados Unidos gana anualmente por sus exportaciones a México unos 3.000 millones de dólares. El 90 por ciento de ese maíz es transgénico.
The Guardian dijo que las mismas presiones ejercidas a lo largo de año y medio sobre México se ejercieron antes sobre Tailandia y recordó aquellos “Papeles de Monsanto” publicados en 2019 en Francia en los que la por entonces transnacional estadounidense quedaba triste y definitivamente al desnudo.