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16 Días de Activismo

El empuje y el valor

Como para finalizar un ciclo de trabajo que se transformó en un espacio de construcción colectiva, solidaridad, reflexión, pero sobre todo de acción, plasmar las etapas que nos llevó hacerlo en palabras escritas, se ha vuelto una tarea ineludible.

Más que nunca en estos tiempos de distanciamientos físicos y animosidades exacerbadas, producto muchas veces de la angustia o la depresión que ha causado en la humanidad esta pandemia del Covid-19.

Durante este −por usar un eufemismo− ignominioso 2020 hubo que desaprender y volver a aprender cosas, tuvimos que reinventar formas de compartir y de trabajar. Hacer uso de las herramientas que teníamos a mano para que ese mundo al revés, que se nos presentó de un día para el otro, no nos expulsara de él, así como si nada.

Al principio tuvimos una especie de parálisis, quedamos en modo automático esperando a ver si esta situación cambiaba, si se habilitaban los viajes y si esto del nuevo coronavirus tenía una solución en el corto plazo. Pronto vimos que no.

Y entonces hubo que sacudir el letargo, remangarnos y ponernos manos a la obra.

El desafío de la acción

Conscientes, o inconscientes tal vez de que el desafío era enorme comenzamos a dar pequeños pasos, primero lanzamos la propuesta del Ronda Viva, donde las afiliadas contaban sobre lo que sus organizaciones venían haciendo para enfrentar la pandemia y luego esas mismas participantes quisieron continuar haciendo cosas juntas y así surge el proyecto Clamu te visita, que confieso no pensamos que tendría el éxito que alcanzó.

Fuimos conociendo a través de reuniones por zoom, o de audios y videos grabados, a compañeros y compañeras que antes solo veíamos en fotos, y esa distancia física que nos impuso la crisis sanitaria se fue achicando a medida que se sucedían los encuentros.

Muchos dejaron de ser la secretaria general de, el presidente o presidenta de, la tesorera, el asesor o el secretario.

En estos meses desde que nos embarcamos en esta odisea de seguir la lucha a través del Clamu, pasaron a ser, Rose, Laura, Ulises, Delmi, Emmy, Carmen, Daniela, Gabriel, Gení, Mónica, Gisele, Eduardo, Dania, Mariazinha, Marta, Érica, Adela, Felicia y tantos y tantas más a los que pido perdón por no nombrar, no porque no los recuerde, sino porque no me alcanza una sola publicación para hacerlo.

Empoderándonos

Durante los cinco miércoles de septiembre que nos regaló el calendario de este año, nos reunimos unas 70 a 80 personas, entre dirigentes, sindicalistas de base, funcionarios de la secretaría regional y también de la secretaría general.

Ese espacio, no solo nos mostró qué acciones tomaron los sindicatos para empoderar a las mujeres, también mostró el lado más humano de las participantes.

Historias de vida, de lucha, de sacrificio y sobre todo de mucho trabajo se conjugaron y cobraron vida en Clamu te visita. La incorporación en la agenda, de los problemas y desafíos de la comunidad LGBTI fue otro aspecto destacable de este proceso.

En cada etapa de este trabajo vi cómo fue creciendo la sororidad entre las compañeras, eso que algunas no sabían muy bien de qué se trataba. Ellas mismas no se daban cuenta que estaban redefiniendo esa palabra, apoderándose de ella para multiplicarla.

Y claro, no podíamos quedarnos cada una haciendo su trabajo por separado, se venía noviembre y con él la celebración del Día Internacional por la Erradicación de la Violencia hacia las Mujeres, y esa era una ocasión propicia para desarrollar más acciones, esta vez enfocadas en la prevención.

Unidas contra la violencia de género

Desde Colombia surge la idea de elaborar una campaña unificada entre todas las organizaciones de la Regional que quisieran participar, y de inmediato comenzaron las gestiones para idear y planificar cómo lo haríamos.

El resultado: una campaña regional en el marco de los 16 días de activismo promovido por las Naciones Unidas desde 1991 que busca mediante diferentes movilizaciones visibilizar la situación de violencia que enfrentan miles de mujeres y niñas en el mundo entero.

Como los 16 días comienzan el 25 de noviembre, día contra la violencia de género y se extiende hasta el 10, día de los derechos humanos, se sumó a nuestra campaña ese punto.

La labor de la Regional Latinoamericana ha estado desde siempre atravesada por la defensa y promoción de los derechos humanos como génesis de los demás derechos.

Se llevó a votación la consigna con la que lanzaríamos nuestra campaña. Las organizaciones participantes elaboraron propuestas que luego fueron votadas de forma horizontal.

De esa votación se eligió la consigna “Yo tengo derechos. Quiero igualdad y respeto”, propuesta por las compañeras de la Contratuh de Brasil.

Una vez con la frase elegida comenzamos el periplo del diseño del logo y demás materiales escritos y gráficos, para que todas y todos tuvieran cómo mandar imprimir las piezas que pudieran, o que más les gustara para dar visibilidad a la campaña.

Se elaboraron, remeras, pasacalles, outdoors, gorros, pañuelos, tapabocas, bolsas. Las redes sociales y las carteleras sindicales se inundaron con el material que se creó entre todas y todos.

Se realizaron talleres virtuales abordando desde la violencia doméstica hasta la violencia laboral y la discriminación de género, con una amplia participación.

Emocionó ver el compromiso y la seriedad con que las afiliadas abrazaron esta campaña y la llevaron adelante, no sin dificultades, claro. Se sabe que son temas que hasta hace muy poco tiempo se trataban como exclusivos del ámbito privado.

Aprendiendo a desaprender

De este intenso intercambio de experiencias pudimos ver cómo la violencia no conoce de clases sociales, ni de escolaridad, ni de color de piel, la violencia hacia las mujeres es el producto de una sociedad estructuralmente patriarcal y machista que ve a las mujeres como seres inferiores y muchas veces incapaces.

Un machismo, que como bien dice Rita Segato, es fruto de un orden patriarcal muchas veces encarnado por las propias mujeres.

En este tiempo aprendimos que tenemos que desaprender, sobre todo conductas de discriminación y exclusión; que para cambiar la realidad no basta con talleres y cursos, estos son apenas la base para que podamos exigir de los gobiernos y gobernantes políticas públicas dirigidas a la prevención de la violencia y a la protección de las mujeres víctimas de esa situación.

Aprendimos también que la violencia doméstica afecta de forma directa nuestros ambientes de trabajo y por lo tanto este tema tiene que formar parte de la agenda de nuestros sindicatos.

Aprendimos que la violencia laboral no es exclusiva de las mujeres, pero que son ellas las que más la padecen y por eso quedó el compromiso de trabajar para promover que el Convenio 190 de la OIT sobre violencia y acoso en el mundo del trabajo, sea ratificado y aplicado por todos los países de la región.

Suena a una empresa difícil, ¿no? Sin embargo, la historia del movimiento obrero nos demuestra que con voluntad, persistencia y trabajo se logra convertir los imposibles en realidad y cuando a esta lucha sumamos a las mujeres, esos imposibles se convierten en propósitos plausibles.

Lento viene el futuro, lento pero viene.

¡Salud compañeras, salud compañeros! ¡Hasta la victoria siempre!