Argentina | HISTORIA | LA FORESTAL

“Vamos a ver qué queda de esa tierra. Vamos a conocer la historia oscura”

Gerardo Iglesias

4 | 9 | 2012

Monte y obreros
Un mismo final

“Allá en el pueblo nos dijeron que era güena la gente,
que eran güenos los ingleses. Los ingleses… Ja.
Y nos vinimos nomá pa’l obraje. ¡A qué señor!
Vivíamo mesmo como lo animale, señor.
Siempre debiendo en la proveeduría…”

The Forestal Land, Timber and Railways Company Limited” —conocida como La Forestal—, tuvo el monopolio absoluto de la mayor reserva mundial de quebracho colorado en el norte de la provincial de Santa Fe.

La historia de La Forestal se remonta a 1881, cuando el gobierno de Santa Fe entregó a la firma inglesa “Cristóbal Murrieta y Cía” 1,5 millones de hectáreas de tierras fiscales —12 por ciento del territorio total de la provincia— como forma de pago de una antigua deuda. De aquellos montes salieron postes, durmientes para el ferrocarril, rollizos y, sobre todo, tanino, sustancia curtiente muy utilizada en la producción de cueros que fue descubierto por Emilio Poisier, un curtidor francés que vivía en Argentina.

La socióloga santafesina Alcira Argumedo puntualiza que “La Forestal devastó más de 2 millones de hectáreas -100 veces la ciudad de Buenos Aires- del bosque de quebracho más importante del planeta.

La empresa tenía su bandera, sus ciudades, puertos y ferrocarriles, moneda propia y más de 20 mil trabajadores, además de diputados, comisarios, jueces y otros súbditos que recibían sus favores. Luego de una represión salvaje de las huelgas en los años 20 que empañó el gobierno de (Hipólito) Yrigoyen, La Forestal contará con una propia fuerza militarizada (popularmente conocida como ‘los cardenales’ o ‘gendarmería volante’) para disciplinar a los trabajadores.

En ese negocio preñado de corrupción política, entrega y subordinación neocolonial, —advierte Argumedo— Santa Fe perdió casi el 90 por ciento de sus bosques y en toda la zona del Chaco austral fue devastado el 85 por ciento de la superficie originaria.

Al retirarse en 1966 (luego de 60 años de actividad), dejó un inmenso páramo; un desierto estéril de tierras ardientes; decenas de pueblos fantasmas y el recuerdo de oscuros enjuagues con dirigentes políticos”.

La dureza del quebracho
y la dura explotación

“A alguno lo agarraron en los pueblo nomá, otros los corrieron
monte adentro, la gente se escondía en donde podía,
algunos conseguimos armas y les hicimos frente,
venían a caballo los gendarmes volantes.
Les llamaban los cardenales porque tenían la
chaquetilla colorada ¡ja!”

Quebracho proviene de la expresión “quiebra-hacha” debido a la gran dureza de su madera. Los hacheros que se deslomaban en aquellos montes, con aquellos troncos, cobraban en “moneda de La Forestal”, que únicamente podía ser canjeada por mercaderías en las proveedurías de la compañía inglesa.

En 1919 se produjeron dos huelgas. Los trabajadores exigían aumento salarial, ocho horas de trabajo diario y la suspensión de despidos masivos. La tercera huelga, la de 1922, es relatada así por Osvaldo Bayer: “Fue la más importante y culminó con una salvaje represión, donde la ‘gendarmería volante’ y otras formaciones parapoliciales impunemente patrocinadas por el gobierno de Hipólito Yrigoyen, actuaron despóticamente con un saldo de centenares de muertos y 19 dirigentes huelguistas condenados a la cárcel.

En su cuaderno el capataz Aniceto Barrientos registraba lo siguiente: ‘A los muertos los apilaban uno sobre otro, le clavaban el cuchillo en la nuca por si estaban vivos. Desde ese día tenía miedo de volver a trabajar porque nos miraban con odio, como si fuéramos perros sarnosos’”.

Crónica de un olvido

“Vamos a ver qué queda de esa tierra
Donde el quebracho alzaba su estatura
Vamos a ver qué queda de los pueblos
Vamos a conocer la historia oscura
La historia oscura”

La historia oscura de una compañía inglesa que devastó el monte y al hombre por igual. Una historia que tragó el olvido, y que la desmemoria cómplice sepultó.

La Forestal se fue del país, pero la devastación ambiental y social no se detuvo en la Argentina. El desmonte continúa ahora de la mano de la soja y de otra compañía, Monsanto. Igual que los hacheros fueron desalojados de los obrajes, el campesino y el hombre rural vienen siendo expulsados del campo. La marea transgénica avanza, la gente desaparece, el árbol es un estorbo y nada queda en pie, nada que impida la libre circulación de las cosechadoras y la parafernalia de la fumigación.

La agricultura made in Monsanto, combate al agricultor familiar, elimina mano de obra y, además, está destruyendo en promedio 250 mil hectáreas de bosques por año en la Argentina y aplicando 200 millones de litros anuales de glifosato.

En un futuro cercano, igual que el poeta, nos volveremos a preguntar: “Vamos a ver qué queda de esa tierra, vamos a conocer la historia oscura”.

Crónica de un olvido

Vamos a ver qué queda de esa tierra
Donde el quebracho alzaba su estatura
Vamos a ver qué queda de los pueblos
Vamos a conocer la historia oscura.
La historia oscura.Los pueblos están solos fantasmales
Como una abierta herida permanente
Vamos a conocer la vieja historia.
Vamos a ver el rostro de esa gente
De esa gente.Santa Fe al norte vive todavía
La vieja sangre de los quebrachales
Vamos a ver qué queda compañeros
De la desolación de los obrajes

Allí la forestal planto su rastro
En el medio del monte centenario
Vamos a comprender compañeros
Para borrar su rastro con el canto

De una antigua historia sepultada
Por los que no quisieron que se sepa
Vamos a cantar juntos compañeros
Para borrar su nombre de esta tierra

De un dolor que hiere todavía
En el dulce corazón de la madera
Vamos a cantar juntos compañeros
Para borrar su nombre de esta tierra

Es una huella amarga y sanguinaria
En pueblos que se mueren de la pena
Vamos a cantar juntos compañeros
Y para siempre borrar su nombre de esta tierra.


* Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina