Mundo | SALUD | ANÁLISIS

¿Quiénes decidirá, quién las recibirán?

Cinco preguntas sobre las vacunas

Las líneas que siguen son sólo preguntas de carácter social y político, no científico, ya que no deseo ni puedo entrar en un debate de ese tipo. No tengo una posición contraria a las vacunas en general. Pienso que depende de qué nos ofrezcan para decidir cómo reaccionamos.
Foto: Gerardo Iglesias

La primera pregunta se relaciona con el tiempo asombrosamente breve en que se desarrolló una vacuna contra el Covid-19, una hazaña que nunca antes en la historia había sucedido.

El 14 de agosto de este año, el diario conservador The Washington Post publicó una nota: “Estas son las principales vacunas contra el coronavirus a tener en cuenta” (https://wapo.st/33ErnHs). Por supuesto, sólo menciona las vacunas de los grandes laboratorios occidentales. Así y todo, el artículo ofrece mucha y buena información.

Destaca que antes de ser probadas en un pequeño grupo de humanos, hubo hasta 200 vacunas en fase de experimentación en animales, quedando apenas diez de ellas para ser testeadas en amplios grupos de personas.

El proceso de crear una vacuna contra el coronavirus comenzó en enero, cuando los científicos chinos publicaron el genoma del virus.

La publicación asegura que se están siguiendo todos los pasos recomendados para garantizar la efectividad de la vacuna, pero a la vez recuerda que “la eficacia de la vacuna contra la gripe varía del 40 al 60 por ciento, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades” de Estados Unidos.

Insinúa que Rusia y China no tienen los estándares de rigurosidad necesarios.

Sin embargo, lo más interesante es que advierte que la carrera por la vacuna no tiene precedentes por su velocidad, al ser aplicada a grandes poblaciones ya en este mes de diciembre. Recuerda que hace 36 años se busca una vacuna contra el VIH sin resultados positivos.

Enfocado en la historia de las vacunas en el siglo XX, el diario llega a varios resultados.

En promedio las vacunas se han demorado 10 años y siete meses. La del virus de papiloma humano tardó 15 años, desde 1991 a 2006: la de la varicela 34 años, desde 1954 a 1988; la del sarampión nueve años y la de la polio siete. La más veloz fue la de las paperas, que estuvo lista en cuatro años.

Según The Washington Post, la velocidad ahora se incrementa porque los gobiernos están inyectando enormes sumas de dinero.

La Casa Blanca invirtió 10 mil millones de dólares “para acelerar el desarrollo y poner en marcha la fabricación antes de que finalice la investigación”.

Sólo una cuestión adicional: la actual vacuna utiliza ácido nucleico, lo que permite mayor velocidad de fabricación, “pero nunca han sido aprobadas para su uso fuera de la investigación médica”.

La segunda cuestión se relaciona con la especulación financiera en torno a las vacunas.

El CEO de la farmacéutica estadounidense Pfizer, Albert Boula, vendió el 62 por ciento de sus acciones en la compañía el mismo día en el que se anunció la eficacia de la vacuna contra la Covid-19, lo que le permitió embolsar 5,5 millones de dólares. Ese día las acciones de la empresa subieron un 15 por ciento.

No es el único caso. Altos ejecutivos de otras farmacéuticas, como las empresas Moderna y Novavax, han vendido grandes cantidades de acciones después de prometedoras noticias sobre sus vacunas.

La pregunta es obvia: ¿Porqué se apresuran a vender sus acciones cuando podrían ganar mucho más al comprobarse la efectividad de la vacuna de su empresa, cuando sea administrada a millones de personas?

Lo cierto es que asistimos a un impresionante carnaval en las bolsas del mundo. Las acciones de Moderna han ganado más de 549% este año (https://bit.ly/2Vtb1x0). Pero en el casino financiero, las acciones que vuelan hacia el infinito pueden caer con la misma rapidez.

La ONG Lower Drug Prices Now, que aboga por bajar los precios de los medicamentos en Estados Unidos, emitió un informe donde destaca que “de enero a agosto de este año, el valor de mercado de las ocho empresas biotécnicas en el índice S&P500 creció en 13.000 millones de dólares” (https://bit.ly/2G8TLcc).

Un dato que esclarece: “Novavax recibió 1.600 millones para producir 100 millones de dosis de la vacuna, pero durante sus 33 años de existencia nunca desarrolló una vacuna exitosa. Las acciones de Novavax subieron 2.300 por ciento este año, pasando de 4,49 dólares a 139,90 el 20 de julio”, apunta la periodista Patricia Lee de Sputnik (https://bit.ly/2G8TLcc).

¿Y las otras?

La tercera cuestión es la geopolítica. Occidente defiende “sus” vacunas, priorizando las farmacéuticas citadas, y ni siquiera menciona la vacuna rusa (Sputnik V) o la china (CanSinoBio).

Algunos observadores estiman que la vacuna rusa puede ser la más conveniente, ya que tiene una efectividad de 95 por ciento, requiere refrigeración normal y tiene el precio más bajo (https://bit.ly/36sIH4g).

Sería un disparate que casi 8 mil millones de personas, las que habitamos el planeta, nos convirtamos en rehenes de las disputas geopolíticas.

Es evidente que la salud no puede depender del acceso que tengan ciertos estados a las vacunas, pero todo indica que algo de esto sucederá el próximo año cuando comience la vacunación masiva.

Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, anuda la geopolítica con la economía.

“La Lista Fortune (500 mayores empresas del mundo) mostraba no hace mucho que el volumen de beneficios de las 10 mayores farmacéuticas superaba los beneficios acumulados por las otras 490 empresas. El mercado farmacéutico, dominado por grandes empresas de los países industrializados, supera las ganancias por ventas de armas o las telecomunicaciones” (https://bit.ly/37wGtA7).

“En condiciones de competencia oligopólica, unas 25 empresas de un reducido grupo de países (Estados Unidos, Unión Europea, Reino Unido, Suiza y Japón) controlan cerca del 50 por ciento del mercado mundial y dominan buena parte de la producción, investigación y comercialización de los fármacos en el mundo. No cederán terreno de buen grado”, remata Ríos.

¿Gratis?

El cuarto aspecto son los precios. En general, se cree que no tendrán costo para los usuarios y que la fabricación masiva abaratará precios. Pero hay un detalle que pocos toman en cuenta. Las vacunas de Pfizer y BioNTech requieran hasta menos 70 grados para su conservación y por lo tanto necesitan equipos muy caros.

El Ministerio de Salud de Brasil insinuó que estas vacunas no contarían con posibilidades, ya que la red de frío, que incluye 34.000 salas en todo el país, puede conservar a temperaturas de entre dos y ocho grados.

El Programa Nacional de Inmunización Brasileño no cuenta con ultracongeladores, y las vacunas de Pfizer y BioNTech tan sólo aguantan cinco días en la temperatura normal de los refrigeradores (https://bit.ly/39DP86m).

Mientras China ofrece sus vacunas como “bien público global” y se suma al programa COVAX de la Organización Mundial de la Salud, Estados Unidos se retiró porque estaba “manipulada” por China que, como ironiza Ríos, “por supuesto no es tan independiente como el FMI, el BM, la OEA, etcétera”.

¿Y quiénes?

El quinto aspecto, y a mi modo de ver el fundamental, es quiénes van a recibir vacunas que no estarán disponibles para toda la población.

Pero sobre todo, quién o quiénes van a tomar las decisiones y, por lo tanto, decidirán los primeros y los últimos, como en el naufragio del Titanic.

Hasta ahora se sabe que se dará prioridad a los adultos mayores con riesgos, a policías y militares, y a trabajadores sanitarios. Todo un programa de gobierno.

Pregunto: ¿Porqué si la industria fue considerada esencial durante lo peor de la pandemia, tan esencial que no podía detenerse, no se tiene en cuenta a sus trabajadores que, como los de la industria frigorífica brasileña, están entre los más afectados por el coronavirus?


Raúl Zibechi – Especial para Rel UITA