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Sexismo, racismo, homofobia, agresiones…

La máquina de picar carne

Durante varios meses dos medios de prensa independientes investigaron denuncias formuladas por un colectivo de trabajadores de la cadena Mc Donald’s en Francia y una asociación. Y encontraron de todo: racismo, homofobia, xenofobia, acoso sexual, amenazas, despidos arbitrarios y un sistema de gestión dictatorial y que asegura la impunidad de los denunciados.
Los medios que llevaron a cabo la investigación fueron el portal Médiapart, uno de los más importantes del país, y el sitio de información Street Press, que trabajaron a partir de denuncias recogidas por el colectivo McDroits (McDerechos, sería la versión española) y la asociación React.

Interrogaron a decenas de trabajadores y trabajadoras, pasaron al peine fino decenas de documentos administrativos y judiciales relacionados con la empresa y consultaron a los responsables de la cadena de alimentación chatarra cuestionados por los denunciantes.

Muchos de los empleados y las empleadas que hablaron con ambas publicaciones no quisieron aparecer con sus nombres reales por miedo a represalias. Sí, otros quince, que estamparon sus denuncias con nombre y apellido.

En total, Médiapart y Street Press se reunieron con 38 trabajadores y McDroits aportó los testimonios de otros 40. Hay muchos otros que no quisieron hablar, ni siquiera de forma anónima.

La empresa impone un ambiente de terror”, dijeron todos.

A blanquear

“El sexismo parece ser el denominador común de los comportamientos discriminatorios denunciados por los asalariados y las asalariadas”, resumió McDroits.

También el racismo.

“En varios restaurantes los trabajadores y las trabajadoras árabes y negros, y las mujeres que usan velo, son objeto de desprecio y de deshumanización”, agregó, y mencionó el caso documentado de un nuevo encargado que al desembarcar en un local comentó: “vamos a blanquear todo esto”, y despidió ipso facto a negros y árabes.

Las mujeres son las que más se quejan: sufren acoso sexual sistemático de parte de sus jefes (“chistes”, comentarios sobre su cuerpo –“lindo” o “feo” –, insultos, toqueteos apenas disimulados), y en algunos casos se llega hasta la agresión física, incluidas violaciones.

Cuando son inmigrantes (y muchas lo son) se suman las “bromas” o las agresiones racistas y xenófobas.

Los hombres homosexuales son objeto de ofensas más o menos similares, máxime si son extranjeros. Y qué decir si son trans, particularmente humillados por los capataces.

Elise, una empleada, resumió así el reparto de tareas: “si sos blanca y joven, vas a trabajar a la caja, si sos negro o árabe a la cocina, si te consideran viejo o vieja a cortar tomates sin que te vean”.

Ir de cajera tampoco es una ventaja, porque las presiones de los jefes y los clientes “recaen sobre vos”, dice otra.

Ningún puesto es bueno en esta empresa cuando uno es simple trabajador, coinciden los y las testimoniantes.

A todas las que atendemos a la clientela nos exigen maquillarnos, llevar polleras cortas y cosas así, y si no te amenazan y sancionan”, dice una.

“Perdón por haberte violado”

Un capataz sufrió apenas una reprimenda verbal por haber violado a una empleada a mediados de 2019. El acusado reconoció los hechos durante una reunión de careo convocada por el director del local luego que la joven comentara lo sucedido a una compañera y la agresión se ventilara.

Lamento haberte violado”, se limitó a decirle el hombre a la denunciante, sabedor de que nada le iba a suceder. Y ahí quedó. El director no tomó ninguna medida y durante año y medio ambos continuaron trabajando en el mismo local, hasta que en agosto pasado el violador renunció porque había conseguido un puesto mejor pago en otra dependencia de la cadena.

Laure, la empleada violada, no hizo denuncia alguna ante la policía por miedo a cómo podrían tratarla en la comisaría.

“Lo que le pasó a Laure incidió en el resto de su vida. Durante mucho tiempo tuvo problemas para mantener relaciones sexuales con su pareja y se pasaba llorando”, comentó Lilian, una de sus colegas.

Una gran familia

Denunciar es prácticamente inútil, porque lo mejor que puede esperar el denunciante es la indiferencia. Lo más habitual es que el acoso aumente, hasta que el agredido o la agredida desista o renuncie.

Cuidan mucho la calidad de las papas fritas y su tiempo de cocción y a su personal lo tratan como una basura a pesar de que se llenan la boca con que ‘somos una gran familia’”, dijo un empleado.

Consultada por Médiapart y Street Press, la dirección de McDonald’s se negó a “todo comentario sobre situaciones individuales o jurídicas que están en curso”, según respondió en un comunicado en el que también dijo que “no puede avalar falsas acusaciones proferidas hacia sus colaboradores”.

En otros casos, descargó su responsabilidad sobre los encargados de las distintas franquicias de la empresa, que funcionarían de manera semiautónoma.

“La meritocracia, la igualdad de oportunidades, el respeto por todos y la no discriminación en todas sus formas son las piedras angulares de los valores de McDonald’s. […] Estos valores están plasmados en nuestros 1.490 restaurantes, ubicados en todas las regiones, que reflejan la diversidad de nuestro país”, afirmó el comunicado.

Una sarta de mentiras, de una punta a la otra, comentó un integrante del colectivo McDroits. “Una burla”.

Ya desde comienzos de este año, antes de la pandemia de coronavirus, trabajadores, y sobre todo trabajadoras, hartos con el tratamiento recibido de parte de sus jefes se decidieron a salir a la calle a manifestar, rompiendo en ciertos casos un silencio de varios años.

Algunos de los trabajadores denunciantes piensan que la política de Mc Donald’s con su personal en Francia es “tercermundista”.

Pero es su política global, como global es la chatarra que vende. La cadena ha sido denunciada por estas prácticas, en especial por su sexismo, en muchos países de varios continentes. Incluso ante la OCDE, la organización que reúne a las economías más industrializadas.