En el informe “El Turismo y la Covid-19”, se advierte que el gasto turístico podría disminuir entre 910.000 millones de dólares y 1,2 billones, provocando una reducción del producto interior bruto mundial entre un 1,5 y un 2,8 %.
El secretario general de la ONU, António Guterres, recordó que el turismo es uno de los sectores económicos más importante del mundo, “ya que emplea a una de cada diez personas”.
Como consecuencia de la pandemia, y de los oportunistas de siempre que se valen de la situación para recortar al máximo plantillas de empleados y, a la vez, añadir más presión a los que quedan trabajando, el desempleo crece de manera exponencial.
América Latina y el Caribe es la zona más desigual del mundo en la distribución de ingresos, y ahora, además, se posicionó como la región con más empleos perdidos en el planeta por causa de la pandemia.
Según la OIT, a los “26 millones de personas que se encontraban sin trabajo antes de la emergencia sanitaria, se han sumado otros 15 millones que perdieron sus empleos durante los meses de cuarentena por las restricciones impuestas al comercio y al turismo, entre otros, afectados por las medidas de contingencia”. Son 41 millones de personas sin empleo, la cifra más alta de desocupación desde que hay registros, asegura la OIT.
La crisis en el sector turismo castiga a los más vulnerables: a las pequeñas empresas que atienden el 80 % del turismo mundial; a las mujeres y a la población joven, es decir los grupos con mayor representación en el sector, con un 54 % y un 21 % respectivamente, destaca la OMT en su reporte.
Desde Naciones Unidas se señala la necesidad de transformar el sector, y que la pandemia sea un punto de inflexión para reflexionar sobre su desarrollo y sustentabilidad; es una oportunidad “para reconstruirlo de manera más segura, equitativa y respetuosa con el clima”, como destaca António Guterres.
Desde la Rel UITA coincidimos con el secretario general de la ONU, pero en este punto hay mucha tela que cortar.
Sin duda, el presente nos desafía: la pandemia interpela al capitalismo, y las circunstancias potencian la idea de que si pretendemos conservar la vida en este planeta se deben modificar drásticamente sistemas, políticas y estrategias de producción, de distribución y consumo.
El modelo de turismo dominante aparece claramente en ese radar de insostenibilidades, con su modalidad depredatoria de ecosistemas, la sobreexplotación de recursos naturales, el avance agresivo sobre territorios de comunidades originarias, como ahora mismo está sucediendo en Honduras, donde megaproyectos turísticos están asediando con violencia al pueblo garífuna de la costa caribe.
Generar riqueza con el turismo debe implicar un compromiso responsable con el ambiente, el paisaje, las relaciones con las poblaciones locales, el equilibrio entre el disfrute, el descanso, el entretenimiento y el respeto real a aquello que proporciona esas vivencias.
De igual forma, y en el primer grado de importancia, no se puede pretender una reconstrucción del turismo sin eliminar las prácticas antisindicales y las diversas formas de precarización laboral, que son el sello distintivo del sector a nivel mundial.
Si un organismo microscópico puede paralizar prácticamente a todo el sector en el mundo, qué no podría lograr una organización sindical poderosa, actuando unida, con visión y ambición de sostenibilidad.