La afectación en las mujeres no es necesariamente en su salud sino en su calidad de vida, por las múltiples formas de la violencia de género que en estos momentos se potencian.
Desde el punto de vista laboral, las mujeres representan el 70 por ciento de quienes laboran en el sistema de salud, como médicas, enfermeras, limpiadoras, cuidadoras. Como también un elevado número de mujeres trabajan sin tregua en los frigoríficos y en amplios sectores de la agroindustria.
Estas mujeres no solamente están mucho más expuestas sino que también están en la primera línea de atención, por lo cual están realizando turnos de trabajo excesivos, con poco descanso y bajo situaciones de presión extrema.
Además, gran número de ellas son madres y en algunos casos jefas de hogar: en los escasos espacios de receso laboral deben atender su otra jornada de trabajo en casa.
Asimismo, son las mujeres las que trabajan en sectores como la industria hotelera y turística, que prácticamente ha desaparecido y el trabajo “informal”, sobre todo en América Latina.
Con el confinamiento las mujeres han vuelto a estar encerradas en sus casas. Con ello se retrocede en los espacios púbicos conquistados, y nuevamente están presas de sus agresores en sus propias casas.
Algunos gobiernos han detectado una disminución de las denuncias de violencia doméstica, hablando con miradas miopes ya que esto se debe a que las víctimas tienen mucho mayor dificultad para acceder a los polos de ayuda al estar confinadas todo el tiempo con el agresor.
Pero ven esa violencia como efecto colateral de la pandemia, minimizando las angustiantes situaciones y peligros de vida que padecen.
Como resultado, hay más asesinatos de mujeres, y las que no mueren son agredidas y dejadas con vida solo porque son necesarias para las labores en casa en espacios de terror.
Frente a este panorama, no es descabellado preguntarnos si esto no es también parte de una estrategia para detener los avances que se habían logrado para las mujeres.
Y el capital, por cierto, no desaprovechará esta oportunidad única para deshacerse y “rediseñar” muchas fuentes de trabajo que en su gran mayoría son ocupadas por mujeres.
Es vital que se priorice la vigilancia de las condiciones de trabajo de las mujeres, que se enfaticen las campañas contra la violencia de género y que se restauren las fuentes de trabajo o se generen alternativas de ingreso sostenibles y en condiciones seguras para las mujeres.
Es un momento clave para reivindicar la solidaridad laboral, el acompañamiento y presencia de las organizaciones sindicales vigilantes de los derechos humanos, la sensibilidad frente a las condiciones de todas las personas, para no dejarnos enajenar ni engañar por un sistema injusto y sin equidad cuyo único proyecto es renovarse para su continuidad.