-¿Cómo fue la negociación en Bogotá?
-Bien. Firmamos hasta 2022. El primer año el aumento salarial será de 4,1 por ciento y el segundo por el equivalente al Índice de Precios al Consumidor más 1,5 puntos.
-¿Y en Carepa, Urabá?
-Allí fue bastante compleja, porque a ellos los alcanzó la crisis de la pandemia, pero finalmente lograron un aumento para este año del 4,2 por ciento, algo muy bueno.
La alternativa era suspender la negociación y eso implicaba que posiblemente al aumento fuera menor. La comisión negociadora se manejó con mucho sentido estratégico.
La empresa dice que las ventas han bajado en un 50 por ciento, pero nuestros datos indican que la merma real fue del 30. De todas maneras es preocupante, aunque no sea de la gravedad que ellos dicen.
-¿Ha habido despidos?
-No. La nómina sigue en su totalidad en Urabá. En Bogotá tampoco hubo despidos, a pesar de que hay muchas personas haciendo teletrabajo y en vacaciones anticipadas.
-Los trabajadores que van a la empresa, ¿tienen protocolos de bioseguridad?
-En Urabá optaron por que no haya aglomeraciones, implementaron los tapabocas, el gel antibacterial, invitan al personal a lavarse las manos, y se siguen protocolos de desinfección.
En Bogotá la seguridad es aún mayor.
Se ha contratado personal para desinfección de instalaciones y camiones; las reuniones matinales fueron suspendidas; los compañeros hacen sus labores a más de dos metros de distancia; se promueve la televenta; en los camiones repartidores hay un solo compañero, en vez de los dos o tres de antes; se está tomando la temperatura y haciendo test en caso de que haya alguien con problemas.
Coca Cola, debemos reconocer, ha sido más cuidadosa en cuanto a los protocolos de bioseguridad que el propio Estado. La Seguridad Social nos tiene desamparados a los trabajadores en materia de controles.