-¿Cuál es tu visión respecto a la situación actual en Brasil?
-Desde el comienzo de la pandemia, se vive un desconcierto. No sabes cómo empieza el día ni cómo terminará. Los aislamientos se hicieron en algunas ciudades y estados pero como nunca hubo posición unánime por parte del gobierno, la cuarentena no se cumple como debiera ser.
A primera vista, había servicios considerados esenciales como agua, energía, farmacia y hospitales. Los frigoríficos entraron en la lista prioritaria por la fuerza del capital.
Empezamos el día de una manera y lo terminamos de otra.
Las órdenes y contraórdenes con relación a cómo actuar frente a la pandemia nos generan inseguridad e incertidumbre. La postura del presidente Jair Bolsonaro va en contra de todo lo que los especialistas en salud sugieren y advierten.
En nuestra ciudad hubo aislamientos, pero de una manera diferenciada.
Tenemos situaciones que no se justifican: el bar de Juan, que frecuentan solo tres o cuatro parroquianos, no puede abrir, pero una empresa como JBS, que tiene un enorme número de empleados que trabajan en aglomeración, sí puede funcionar. Esa es la gran influencia del capital en nuestras vidas.
-¿Cómo está el ánimo de tus compañeros y compañeras de trabajo?
-En realidad lo que la gente tiene es miedo. Todos los días nos despertamos con miedo en nuestros corazones.
La gente va a trabajar, deja a sus familias en casa porque está cumpliendo con el aislamiento voluntario y vuelve con ese estrés que puede estar poniendo en riesgo no sólo su salud sino la de toda su familia.
Las consecuencias psicológicas son enormes. No saben si mañana van a estar sanos, si la semana que viene van a estar vivos. Es complicado trabajar en esta situación.
Cuando el trabajador tiene que elegir entre arriesgar la vida o quedar sin trabajo, es una opción muy difícil. ¡El riesgo de ir a trabajar versus el riesgo de quedar sin trabajo!
Es una película de terror, es macabro, una angustia sin fin.
-¿Cuáles son las garantías que ofrecen las empresas del sector en materia de seguridad sanitaria?
-Después de la movilización y protesta que realizamos con el sindicato, JBS adoptó prácticas paliativas. A la entrada de la empresa, cuatro enfermeros toman la temperatura y la distancia está regulada, pero en la línea de producción todo sigue igual. Estamos pegados unos a los otros.
Antes de ingresar, entregan tapabocas, pero sólo a quienes tienen síntomas de gripe. También distribuyeron pasamontañas, que cubren la boca y casi todo el rostro, pero usarlos en el trabajo es muy molesto y difícil.
Los tapabocas de tela tienen una durabilidad de sólo 2 horas. Por lo tanto, no tienen ningún efecto preventivo. No hay tapabocas suficientes para que todos los trabajadores puedan cambiarlos cada 2 horas.
Pusieron en varios lugares alcohol en gel, en el comedor disminuyeron las aglomeraciones, instalaron placas de acrílico en las mesas para separar un poco a la gente, pero en la producción todos estamos “codo a brazo”. En el vestuario estamos todos juntos, sin cambios con respecto a las aglomeraciones y el posible contagio.
En verdad, el día a día del trabajador en el frigorífico no ha cambiado casi nada.
Somos menos empleados, porque aquellos que son considerados de riesgo, como los hipertensos, los diabéticos, los mayores de 60 años, están en sus casas.
Pero eso fue el resultado de la presión sindical, tras una paralización de dos días.
Vamos a sentir hasta el tuétano lo malo que es tener al mando del país a una persona que no piensa en el trabajador. El coronavirus demostró claramente que sin el trabajador el capital no existe, y sin el Estado, su presencia y protagonismo no habrá soluciones para los padecimientos del pueblo.
No sé si Bolsonaro resistirá, pero me parece que está muy protegido por los ruralistas, el agronegocio y los armamentistas. Aún tiene un gran apoyo de los empresarios.
Ojalá lo saquen del cargo mañana, pero me parece difícil que eso pase, a no ser que empeore mucho su relación con el mercado internacional y con los otros países. Su imagen en el exterior es pésima, hace bromas desubicadas y no tiene una postura seria y comprometida.
El resto de las naciones del mundo no confían en él, saben que el barco está siendo conducido por un capitán loco. ¡Es insano!
Ahora alguna gente que votó por él se está dando cuenta de que si no se invierte en educación, tecnología, ciencia, salud, el capital no vale nada.
El proceso de producción pasa por la mano de los pobres. Vivimos en tiempos de guerra, de una guerra fría.