En el malecón habanero la noche es sofocante. Juan Mendoza enciende un puro y sin mediar entremés hace alarde de su destreza en el cante flamenco. La gente lo rodea, curiosa, amigable y festeja con bulla y gestos rítmicos sus improvisaciones en medio del rumor síncope del oleaje caribeño.
Es el año 1995 durante la primera y única misión oficial de la UITA a Cuba. Enildo y Bienvenido Cuevas, dominicano de cepa, se incorporan con palmas con tal frenesí que logran atenuar el intento malogrado de acoplarse al cante de Juan.
No olvido aquella velada. No olvido el vozarrón del cantaor, como no olvidaré la voz quebrada de Juan que ahora me comunica el fallecimiento de Manuel Bonmati. Nuestro querido Manolo.
El frío es cruel. Una intensidad maldita e innecesaria pero que a muchos enamora. Hemos dejado atrás el Lago Lemán y no tenemos pudor en reconocer que estamos perdidos. En esas horas la ciudad, archivador gigante de dinero y de personas, está totalmente vacía por fuera como de emociones dentro de cada casa.
Voy junto a Enildo, Manolo y un compañero de Portugal que encabeza la marcha orientando el camino por donde, indefectiblemente, nos alejamos cada vez más y más del hotel donde nos alojamos.
Manolo lleva con garbo su capa andaluza con forro rojo carmesí como la llama del puro que lo acompaña.
Enildo entona canciones de la guerra civil española, a las cuales Manolo se suma solidario en combate al frío que cala hondo como el silencio de esa ciudad sin voz.
Cantan, se emocionan, maldicen, ríen, alientan consignas, un verdadero carnaval en la catatónica noche ginebrina. Tanto escándalo tuvo sus consecuencias y la policía desembarcó sobre seguro ante la denuncia de algún vecino malhumorado, molesto, no por sectarismo político, sino por el delito de atentado violento al silencio sacramental en reiteración real.
En Ginebra a partir de cierta hora de la noche no se puede utilizar la cisterna del baño, para no molestar a los vecinos. Allí el silencio es educación y en el país de los relojes el tránsito intestinal llega siempre puntual, igual que los tranvías.
¡Que viva por siempre, querido Manolo, tu canto libertario!
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