Como es tristemente común en Brasil, las tierras públicas que en su momento fueron destinadas a la reforma agraria son objeto de disputas homéricas, y siempre o casi siempre quienes tienen dinero y poder se valen de diferentes ardides para usurparlas, como forjar falsos títulos de propiedad.
El caso de Luiz es uno de los tantos, donde pequeños agricultores luchan a diario por no ser despojados a la fuerza por los intereses y el afán de engorde del agronegocio.
“En nuestra zona un especulador presentó títulos falsos y estamos en la justicia para poder recuperar nuestra tierra para producir”, dice mientras muestra los gastados papeles de propiedad que carga celosamente en una carpeta.
Según relató el agricultor, las amenazas y el hostigamiento no provienen solo de los usurpadores. Muchas veces vienen desde la propia policía, tanto de la militar como la civil, al servicio de los terratenientes locales.
El conflicto, que lleva una década, involucra al latifundista Ilário Bodanese y la Asociación de Pequeños Productores de Barro Branco (ASPROBA) de la cual Luiz es dirigente.
“Son innúmeros los episodios de matones que invaden nuestras tierras, fuertemente armados, gente que se infiltra en los campamentos a las órdenes de este especulador. Por supuesto que luego los grandes medios relatan que los invasores somos nosotros”, denuncia Luiz.
Tanto como relata él, otros agricultores y dirigentes sindicales o líderes comunitarios que participaron del encuentro sobre violencia en el campo recientemente realizado, los hechos dejan entrever un orquestado plan para señalarlos como los agresores y a los latifundistas como víctimas de estos campesinos.
“El discurso imperante en los medios es que nosotros somos los invasores, cuando es este señor quien viene usurpando tierras públicas que ni siquiera usa para producir sino que arrienda a otros. Nos criminalizan, buscan cualquier excusa para procesarnos”, apunta.
“Solos no vamos a poder resistir –continúa– por eso estoy aquí en nombre de toda mi comunidad. Necesitamos que se sepa cómo producen la soja que Brasil exporta al mundo.
Una soja que no solo está llena de agrotóxicos, es una soja que violenta, que expulsa, destruye y mata”.
En Brasilia, Amalia Antúnez