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El glifosato le está costando carísimo

El mal negocio de Bayer con Monsanto

Para intentar frenar las decenas de miles de juicios que enfrenta por el uso del Roundup, la transnacional alemana Bayer podría gastar al menos unos 12.000 millones de dólares. Por lo pronto, el asunto condujo esta semana a la renuncia del presidente del consejo de administración de la compañía.

Cuando Bayer compró a la estadounidense Monsanto, en 2016, pensó que los 63.000 millones de dólares invertidos en la operación le serían sumamente redituables a mediano plazo.

Tanto lo pensó que descartó que los juicios que le estaban iniciando ya productores agrícolas y personas fumigadas a Monsanto por el uso del Roundup, su agrotóxico estrella producido en base a glifosato, no le serían tan onerosos.

Bayer decidió incluso conservar para su nueva joyita su denominación original y Monsanto se siguió llamando Monsanto. Es un nombre que tiene prestigio, dijeron los empresarios alemanes.

Pero los cálculos no fueron buenos

Según informó la agencia Reuters el miércoles 26, desde que la compañía perdió su primer juicio en Estados Unidos, en agosto de 2018, sus acciones perdieron el cuarto de su valor. Y ello se suma a los cientos de millones de dólares a los que ya fue condenada por concepto de indemnizaciones.

La empresa ya habría decidido destinar unos 12.000 millones de dólares para frenar esos procesos, iniciados, sólo en Estados Unidos, por 42.000 personas, según datos de octubre de 2019. Tres meses antes, en julio, eran dos veces menos.

Werner Wenning, uno de los principales impulsores en Bayer de la operación de compra de Monsanto, renunció esta semana a su cargo de presidente del consejo de administración de la empresa. Lo hará efectivo en abril, dos años antes del término previsto de su mandato.

Bayer sigue insistiendo en la inocuidad del Roundup. Organismos como la agencia de Naciones Unidas de investigación sobre el cáncer, piensan lo contrario, al igual que cada vez mayor número de científicos independientes y de productores agrícolas, y por supuesto organizaciones de ambientalistas y movimientos que agrupan a los pueblos fumigados y contaminados por ese veneno, por ejemplo en América Latina.