-Cuéntanos algo de tu historia…
-Nací en Alemania y me politicé en el País Vasco porque mi padre fue docente en Bilbao del 68 al 73, casi los últimos años de la segunda etapa del franquismo y el comienzo de la lucha armada de ETA.
En Alemania era la etapa del canciller Willy Brandt, posiblemente el político más carismático de la RFA de los últimos 60-70 años junto al sueco Olof Palme.
Esta etapa de mi vida me politizó y a raíz de mi estancia en el estado español surge mi interés en América Latina. Después de haber vivido algo de la revolución sandinista en Nicaragua, bajé a Colombia y luego estuve durante unos 20 años trabajando en Brasil, 15 de ellos como periodista, era corresponsal para medios alemanes, suecos y holandeses.
En Brasil viví un tiempo en Sao Paulo y otro en Porto Alegre.
-¿Cómo te vinculas con la Fundación?
-Hubo una convocatoria y yo había conocido en 2002 a los directores de la Rosa Luxemburgo en el Foro Social Mundial.
En ese momento la fundación estaba enfocada en desarrollar su trabajo en Brasil, justamente por la importancia del Foro y también de la victoria de Luis Inácio Lula da Silva.
Brasil era el lugar natural para que la Fundación –que se creó en 1990– abriera una de sus cuatro oficinas internacionales en Sao Paulo el año 2003.
Así empezó mi vínculo y luego de 15 años trabajando como periodista decidí intentar hacer otra cosa y me embarqué en la aventura de la Fundación.
-Cuéntame un poco del encare y alcances de la Fundación…
-La Fundación es una de las siete organizaciones políticas alemanas que opera con un mecanismo bastante sui generis, porque trabajamos exclusivamente con fondos públicos del presupuesto federal.
Esta financiación proviene de los partidos que conforman el congreso federal y se toman en cuenta los últimos cuatro años de resultados electorales.
¿Qué hacemos? Básicamente formación política, seminarios, encuentros, intercambios, talleres porque eso fue algo que esa primera generación de la post guerra siempre tuvo claro: la convicción de que nunca más fascismo ni nazismo y esto se logra con formación política que vaya más allá de los colegios.
-Este propósito de no más fascismo ni nazismo, ¿no sientes que vamos perdiendo la batalla?
-No diría que tanto pero sí estamos viviendo los momentos más oscuros a nivel mundial desde los años 30 cuando surge el fascismo y desemboca en lo que fue una de las grandes catástrofes de la humanidad.
En nuestra región, con el caso particular de Brasil estamos asistiendo a un enorme retroceso, pero también en Europa comienzan a surgir grupos de ultraderecha.
Se está dando ese fenómeno a pesar de todos los esfuerzos de trabajar el tema en los colegios y en los medios de comunicación públicos que allá son muchos y buenos.
El desafío que se nos viene es enorme y es realmente preocupante.
-¿Por qué crees que crece el neofascismo, sobre todo en la población más joven?
-Sin querer simplificar demasiado un tema que es muy complejo me atrevo a decir que el avance de los movimientos o grupos neofascistas o populismos de derecha, los Putin, los Trump, los Bolsonaro. Tienen sus diferencias, pero una misma raíz.
Creo que estos personajes surgen a partir de la crisis de 2008 que fue mundial y ante la cual han reaccionado. Porque lo que hicieron los gobiernos progresistas ante esa crisis fue salvar a los bancos y profundizar el modelo neoliberal que fue impulsado por la socialdemocracia europea.
Esto es un gran factor porque destaca la gran desigualdad, las injusticias, el malestar profundo del pueblo con la inequidad social que salta a la vista.
Alemania es una de las impulsoras de los programas de austeridad que genera estos escenarios sociales desiguales.
-Cuando hablas de este tema, del quiebre del partido socialdemócrata de Alemania te desmarcas de ese modelo…
-Sí, porque la Fundación está vinculada con el partido La Izquierda (Die Linke), que tiene el 9 y algo por ciento de los escaños del parlamento alemán y es parte de la trágica escisión de la izquierda post Primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique.
Nosotros somos hijos e hijas de esta escisión de partidos.
Somos el patito bonito de las fundaciones alemanas, tenemos apoyo institucional porque somos una organización pluralista del sistema burgués parlamentario, donde Alemania puede mostrar que es plural, que hasta los izquierdistas pueden hacer algo.
-¿Cómo ves el avance de los gobiernos de derecha en la región pero también el comienzo de la sublevación de movimientos sociales masivos sin banderas políticas y por fuera de las estructuras clásicas?
-Es algo increíble. Lo que está sucediendo en Chile es verdaderamente histórico, no hay vuelta atrás, se da algo así como un desconcierto inclusive por parte de los partidos de izquierda.
Chile se está reconfigurando, y más allá de las grandes manifestaciones el pueblo está en constante movimiento, hay cabildos diarios en las diferentes localidades, en los barrios, asambleas constituyentes, comunitarias, eso no da para volver atrás.
-Aunque históricamente, estos movimientos no hayan desembocado en grandes cambios sociales, pasada su efervescencia…
-Ese es un punto de preocupación y es el peligro que se corre, porque estamos lidiando con la derecha más truculenta, y más inteligente también.
Debemos recordar que para el gobierno alemán Chile sigue siendo un ejemplo de país, una suerte de vedette neoliberal.
Tienen los grandes medios a su favor y tienen los recursos que todavía los mantiene en el poder, pero esta batalla no está zanjada. Me llevo un gran optimismo de mi visita a Chile porque se ha despertado un sentir en el pueblo que exige una nueva Constitución y cambios en temas cruciales como las pensiones, la educación y la salud.
-¿Qué balance haces de tu experiencia de estos movimientos sociales emergentes y con el trabajo que realiza la Fundación?
-Somos un equipo de trabajo y a veces diferimos en algunos conceptos, lo que sí hay que tener en claro es que la izquierda debe reinventarse. No hay otra.
Estamos viendo en Alemania que la izquierda no tiene una receta contra el surgimiento de las extremas derechas. Hemos fracasado. Tenemos que hacer un análisis profundo de qué cosas estamos haciendo mal y qué herramientas debemos utilizar en esta nueva era.
Trabajar en conjunto con diversas organizaciones sociales, los grupos comunitarios, volver a tener esa conexión con la gente quizá desde otros formatos.
El gran desafío será reunir estos dos mundos que se han distanciado tanto.
-A pesar de tantas derrotas, ¿crees que todavía es posible cambiar el estado de las cosas?
-Obviamente. Estamos en eso, siempre optimistas en la acción.
Hay muchísimas cosas que podemos hacer y hay señales que nos animan, como el movimiento feminista que marca el camino del cambio social, realizando acciones que contagian el entusiasmo.
La historia no se termina, el secreto es formar parte activa de ella.