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Incendios en “la tormenta perfecta”

El infierno terrenal

El mundo sigue con estupor, dolor y aprehensión el avance descontrolado de los incendios forestales en Australia, donde diversos factores como una sequía muy prolongada, altísimas temperaturas, vientos arrachados, falta de previsión y un modelo económico que privilegia el lucro a toda costa instalaron las condiciones para "la tormenta perfecta". Una tormenta de fuego.

La dinámica de los incendios es tal que las cifras van quedando desactualizadas casi hora tras hora. Hasta el momento las autoridades informan que se han quemado más de 6 millones de hectáreas, lo que equivale a 60 mil kmts cuadrados. Para comparar: Dinamarca tiene 43 mil kmts cuadrados, Costa Rica 51 mil, Uruguay 172 mil.

Hay 24 personas fallecidas, decenas desaparecidas y la cantidad de animales muertos supera los 500 millones, entre ellos se estima que más de la mitad de todos los koalas.

La cola del diablo

Australia siempre registró incendios forestales en la estación seca, un proceso natural de regeneración de los bosques naturales. Cómo máximo estos afectan el 6 por ciento de la superficie boscosa.

Esta vez, sin embargo, la combinación de una sequía que dura desde 2016 –aunque en algunas regiones no se ha visto lluvia desde hace 10 años-, las cada vez más altas temperaturas atmosféricas consecuencia del calentamiento global, un modelo forestal temerario con base en plantaciones masivas de eucaliptus, el desarrollo urbanístico extendido horizontalmente que instala la ciudad al borde de los bosques, y una política oficial negacionista del calentamiento global son las principales razones de los incendios descontrolados que asolan el continente-isla.

La calamidad de fuego no tiene precedentes en la historia conocida de la humanidad. En Latinoamérica, por ejemplo, los últimos incendios en la Amazonia abarcaron “sólo” 2,5 millones de hectáreas. Los peores incendios californianos de 2018 destruyeron 800 mil hectáreas.

Inés Camilloni, doctora por la Universidad de Buenos Aires en el área de Ciencias de la Atmósfera e Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), afirmó a Página 12 que “Australia experimentó una combinación récord en sequía y altas temperaturas. Por ello fueron tan explosivos los incendios forestales.
Un grado y medio por encima del promedio del periodo 1961-1990 y dos grados con respecto a la época preindustrial. Según los registros (2019) fue el año más seco, recién comparable con lo que sucedió en 1912. Para peor, existe una probabilidad muy grande de que aumente el riesgo de cara a los próximos 20 o 30 días”, expresó.

No es para menos: los vientos hirvientes a 50 grados alcanzan rachas de hasta 100 kmts por hora. Desde enero hasta noviembre del pasado año se registró el periodo más seco desde 1902, y el más caluroso desde que hay registros.

El gobierno acaba de anunciar que serán abatidos 10 mil camellos salvajes por la falta de agua y se estima que en algunas semanas varias ciudades del este de la isla deberán comenzar a racionarla para el consumo humano.

La pluma de humo provocada por los incendios australianos alcanzó ya el Cono Sur de América y se ha registrado su pasaje por la atmósfera alta desde Chile a Uruguay.

La mano del lucro

Australia es el sexto país con mayor PIB per cápita en el mundo. O sea, es enormemente rico. Desde la década de los 80 ingresó en un periodo de reformas macroeconómicas que desembocaron en un modelo clásicamente neoliberal combinado con una fuerte dependencia de la explotación de sus recursos naturales y de la exportación de sus productos agroindustriales.

Allí los sindicatos no son bien vistos por empresarios ni gobernantes y, con algunas excepciones, han ido perdiendo poder a lo largo de los años. Siendo uno de los países que más aporta al cambio climático, su implicancia en reducir sus emisiones es una de las más débiles.

Su actual Primer Ministro, Scott Morrison, no acudió a la reciente Cumbre sobre el Clima y se le conoce como un negacionista extremo de este fenómeno global.

No es de extrañar, pues, que en una economía orientada hacia el lucro a toda costa, y con un gobierno insensible a las evidencias científicas sobre la evolución del clima, Australia no estuviese preparada para prever y/o enfrentar la catástrofe que está viviendo, cuya amplitud es cualquier cosa menos natural.

El gobierno ha movilizado 3 mil reservistas y parte de sus Fuerzas Armadas para luchar contra los incendios. Además, anuncia la creación de un fondo de 1.400 millones de dólares para mitigar las consecuencias del desastre.

Queda en evidencia, sin embargo, que esos anuncios son tardíos e insuficientes ante el tamaño de las pérdidas humanas, económicas y de biodiversidad ya ocasionadas, y aún cuando se anuncia que en los próximos 30 días los incendios continuarán y serán aún más devastadores.


En Montevideo, Carlos Amorín