Según datos del Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos (Dieese), en Brasil, del 56,1 por ciento de los brasileños negros, el ingreso horario promedio de un hombre afro, es de 11 reales (2,5 dólares), contra 19 reales (4,5 dólares) de un hombre no afro.
El mismo informe ubica a la mujer negra en la parte inferior del cuadro. Una mujer negra gana en promedio 10 reales por hora (2,3 dólares), y una blanca 17 reales (4 dólares).
Se engaña quién piensa que en la región sureste del país –la que se supone más rica– la situación es mejor.
El ingreso promedio de un ciudadano afrobrasileño en São Paulo, por hora, es de apenas 12,12 reales (unos 2,8 dólares), contra 21,84 (cerca de 5 dólares) para el paulista blanco – prácticamente la misma proporción del promedio nacional.
En el estado de São Paulo, sólo el 21 por ciento de la población ocupada que posee educación superior son negros. En el caso de la población ocupada en general, el índice llega al 40 por ciento.
La esclavitud finalizó en 1888, siendo Brasil el último país de occidente en abolirla. Al ser liberada, la población afro recibió del Estado apenas una palmadita en la espalda y un deseo de «buena suerte».
Fueron arrojados al mercado laboral sin la más mínima preparación o apoyo, cuyo destino obvio sería componer los espacios menos privilegiados de la sociedad.
Poco más de un siglo después, para las muy escasas políticas públicas compensatorias, el establishment alega una meritocracia surreal.
En nombre de esta meritocracia, políticas como las cuotas raciales, clave para la recuperación de la deuda histórica, están siendo atacadas.
En 2019, el número de negros ya supera al de blancos en las universidades públicas, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), cifra que no alcanza a cubrir la aspiración de equidad sino solo muestra el camino correcto de una política pública dentro del contexto civilizatorio.
Celebrar logros como este, el Día de la Conciencia Negra, es una señal de alerta al Estado brasileño sobre los riesgos de un retroceso.
Tenemos un largo camino por recorrer. Las redes sociales, que amplifican la comunicación interpersonal, son escenario de terribles casos públicos de ofensa racial, como los sufridos por el actor Bruno Gagliasso y la presentadora Maria Julia Coutinho.
La hija de Gagliasso es afrobrasileña y fue víctima de comentarios como que tenía “un pelo y una nariz horribles, de negro”. La presentadora de Rede Globo tuvo que leer en las redes sociales que ella era una “esclava negra insoportable”.
Las ofensas racistas en los estadios de fútbol tampoco son raras, y esto si permanecemos en la esfera pública.
Hoy, los negros celebran su fecha, el 20 de noviembre. Ha dejado de celebrarse el 13 de mayo, Día de la Abolición de la Esclavitud, que fue obra de blancos que se sintieron asustados por la presión internacional.
El cambio sintetiza el sentimiento de lucha contra la desigualdad, y merece de la sociedad todo su respeto. Felicitaciones al pueblo afro por su lucha de siglos.
¡Que este 20 de noviembre podamos celebrar a Zumbi dos Palmares y su legado!
Que cada afrodescendiente de este país pueda estar seguro: lejos de ser una limosna o actos de populismo, las políticas de compensación son parte del pago de nuestra enorme deuda histórica.