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Con Gisele Adão

Una mujer al cuadrado

El sábado 27 se realizará el primer Encuentro de Diversidad y Género promovido por la Rel-UITA y el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Criciúma y Región (SINTIACR) del estado de Santa Catarina. Se trata de la primera experiencia que la UITA realiza en América Latina con el fin de apoyar a los movimientos de defensa y promoción de los derechos de la diversidad.

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos,
sin discriminación alguna por motivos de etnia, color, sexo, idioma, religión,
posición económica o de cualquier otra índole…”

“…La homosexualidad no es una enfermedad, la homofobia sí…”

 

El sábado 27 se realizará el primer Encuentro de Diversidad y Género promovido por la Rel-UITA y el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Criciúma y Región (SINTIACR) del estado de Santa Catarina. Se trata de la primera experiencia que la UITA realiza en América Latina con el fin de apoyar a los movimientos de defensa y promoción de los derechos de la diversidad.

La Rel-UITA debe aprender de estos movimientos y contribuir desde los sindicatos a la construcción de ciudadanía en el colectivo LGBT (*) y de nuevas miradas que promuevan la tolerancia respetuosa de las diferencias.

Gisele Adão, una de las principales promotoras del encuentro, habló con La Rel, con orgullo y firmeza, acerca de su orientación sexual, su vida, su cotidianeidad sindical y laboral.

La madre lloró una semana cuando Gisele le confesó que era lesbiana. “Ella no paraba de llorar hasta que en un momento me dijo: ‘no lo acepto porque no entiendo eso, pero te respeto y si es eso lo que quieres para tu vida y eso te hace feliz, pues bien, sé feliz’.

Luego la madre la abrazó largamente “y para mí que también lloraba sin parar ─cuenta ahora con la amplia sonrisa que es su sello de identidad─ fue uno de los momentos más maravillosos de mi vida”.

Fue ahí que Gisele llegó a una conclusión liberadora: “si mi madre respeta mi orientación sexual, el resto del mundo que explote”.

El estigma, la discriminación y la violencia son las expresiones y comportamiento de una sociedad viciada de estereotipos y prejuicios.

En ese escenario, dice Gisele, ser lesbiana, gorda, mujer y negra lleva todas para perder. “Sí no me falta nada (sonríe), tengo todos los atributos para que me miren feo.

Me costó muchísimo decidirme a hablar con mi madre, a decirle que era lesbiana. Luego que ello pasó, cambio mi imagen: me rapé la cabeza, me puse bermudas holgadas y eso tuvo un efecto en el entorno, porque pasé a escuchar cosas como ‘eres tan linda y ahora pareces un hombre…’”

Pero hay que aprender a vivir de frente y combatiendo los prejuicios ajenos.

“Me he sabido ganar un espacio en el Sindicato y mi familia lo ha aceptado bastante bien, pero tengo amigas que han tenido que salir de la casa, otras que han intentado matarse, porque hasta que no te aceptas y no te aceptan como eres realmente, hasta que no tomas conciencia que eres diferente, caes en períodos de depresión de los cuales no todas logran salir”.

El Sindicato
Una organización y una familia

“Sucedió algo muy cómico hace un tiempo. Nuestro Sindicato fue invitado a participar de un seminario organizado por la CUT Regional de Criciúma. Para nuestra sorpresa el tema era la discriminación homosexual y el colectivo LGBT.

El público no era muy numeroso y contaditos con los dedos los gays y lesbianas que estaban presentes, salvo los cuatro que fuimos del SINTIACR”, afirma volviendo a sonreír.

Si la miopía del sindicalismo le impide “mirar el mundo en clave de género”, y las mujeres, aún siendo mayoría en muchos gremios, son relegadas a “cargos ornamentales”, el SINTIACR es un caso raro.

En el frigorífico predominan las mujeres, hay sectores que sólo encuentras mujeres pues culturalmente tenemos unas habilidades y destrezas que los hombres no tienen y que además no quieren realizar. Donde yo trabajo no menos de 30 por ciento de las mujeres son lesbianas. Como todo el mundo usa la misma indumentaria para trabajar, no somos discriminadas”, dice.

El Sindicato “abrió sus puertas, brindó las oportunidades y luego nuestro colectivo conquistó espacios, haciendo un trabajo serio y comprometido. Ser un buen o un mal sindicalista no tiene nada que ver con ser homosexual o no”.

El Sindicato sabe que será fuerte si teje haciendo uso de la diversidad de las fibras de sus bases. Sabe también que su fortaleza nace de lo más débil y que la lucha por mejores salarios no es el único llamador.

“Nosotros, junto a nuestro presidente Celio Elías, que tanto nos apoya, llevamos adelante una política incluyente con relación a la orientación sexual, a los que profesan diferentes credos, tratamos de contener y respetar a todos y todas, como compañeros y compañeras de clase”, enfatiza Gisele.

“Fuimos una de las primeras organizaciones en trabajar y acercarnos a los migrantes haitianos y senegaleses contratados por el frigorífico. Luego llegaron otros migrantes que estaban en la ciudad porque se corrió la voz que el Sindicato era una espacio amigo”.

Gisele pide disculpas, la hora de ingreso al frigorífico se acerca y no quiere llegar tarde. Me saluda, y parada delante mío sentencia con tono grave: “Yo solo exijo respeto como ser humano y aquí en el Sindicato encontré a una nueva familia donde nunca fui discriminada”.

“No soy un hombre. Siempre fui una mujer, tanto que me gustan otras mujeres. Soy una mujer al cuadrado…”

Se aleja sonriendo a sus anchas. La espera el frío y la humedad del frigorífico, la abrigan sus convicciones y el saber quién es y cómo quiere ser, aunque el mundo explote a sus pies.


En Forquilhinha, Gerardo Iglesias