MUJER

Otro 25 de noviembre con saldo negativo

A nivel global, unas 60.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año, con frecuencia como una escalada de violencia doméstica. Registros nacionales en Sudáfrica y Brasil estiman que cada seis horas una mujer es asesinada por su compañero íntimo. El hogar no es un refugio y es arriesgado para las mujeres denunciar a sus agresores.
Salir al exterior también comporta peligros. Estudios recientes en Brasil indican que el 85 por ciento de las mujeres tienen miedo de salir a la calle. En Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, en torno al 90 por ciento de mujeres y niñas han experimentado alguna forma de violencia sexual cuando acceden al transporte público.

A este día, desgraciadamente, tenemos que seguir hablando de números: en Uruguay van 21 mujeres asesinadas por su pareja o expareja(1) un número absolutamente desproporcionado para una población de 3.400.000 habitantes.

En El Salvador el 65 por ciento de las adolescentes embarazadas han sufrido y sufren violencia de género.

El 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual en algún momento de su vida.

En algunos países, hasta el 70 por ciento de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental(2) .

Prácticamente en la mitad de los casos de mujeres asesinadas, el autor de la agresión fue un familiar o una pareja, frente a menos del 6 por ciento de los hombres asesinados.(3)

A nivel mundial, más de 700 millones de mujeres se casaron siendo niñas, es decir antes de los 18 años. De estas mujeres, más de 1 de cada 3 se casaron antes de cumplir los 15.

Las niñas casadas no suelen tener la posibilidad de negociar efectivamente relaciones sexuales seguras, lo que las hace vulnerables ante el embarazo precoz, así como ante las infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH(4) y son igualmente susceptibles de ser asesinadas, ya que llegan a la relación matrimonial en calidad de propiedad del hombre con el cual se han casado.

Desde la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada en setiembre de 2015, hasta la Nueva Agenda Urbana, definida en las pasadas semanas, está claro que debemos acabar con la violencia y prevenir su repetición.

Ello requiere de leyes y políticas públicas, ciudades y transporte público seguros, mejores servicios y el compromiso de hombres y niños en la construcción de una cultura que acabe con todas las formas de discriminación y violencia contra las mujeres y niñas y que lleve al fin del feminicidio.

Progresos a medias
Nuevas leyes que no salen del papel
Existen algunos progresos alentadores: en América Latina, 16 países -casi la mitad de los de la región- han adoptado legislación para asegurar que el feminicidio sea adecuadamente investigado y castigado.

A nivel mundial, el año pasado se suscribió el objetivo de igualdad de género y eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas.

Lograr esto no es solo el fin de una terrible violación de los derechos humanos, es la clave para la construcción de un mundo mejor y más equitativo, un planeta 50-50 es decir un planeta en igualdad real.

Al menos 119 países han aprobado leyes sobre violencia doméstica, 125 tienen leyes sobre el acoso sexual y 52 sobre la violación conyugal.

Sin embargo, no siempre una ley garantiza que se respeten o implementen los estándares y las recomendaciones internacionales, y sobre todo no garantiza a las mujeres vivir una vida libre de violencia.

Los cambios se lograrán en la medida en que se siga denunciando y se siga presionado a la justicia para que los castigos y sanciones sean ejemplificantes, no solamente para los autores directos de los feminicidios y sus congéneres, sino también instrumentos como los medios de comunicación que fomentan la imagen y el trato hacia las mujeres, niñas y adolescentes como objetos de uso y descarte.

Responsabilidad social
Llevar la lucha contra la violencia de género a la casa
Las organizaciones sociales, y puntualmente los sindicatos, tienen una función comprometida y fundamental en la denuncia y solicitud de sanciones hacia la violencia de género. Han demostrado importantes avances, haciendo del combate a la violencia de género en todas sus manifestaciones una de sus banderas.

Pero se debe generar un compromiso aún más intenso y rígido para que las mismas acciones de responsabilidad que se demuestran dentro de las organizaciones sindicales se reproduzcan en las casas, en las familias, en las escuelas, a través de los hijos e hijas de los trabajadores trabajadoras.

Será con esta posición constante y consecuente que algún día este no será un tema de agenda sindical, porque las mujeres, niñas y adolescentes podrán caminar, hablar y amar con la certeza de que no serán violentadas.