-En Colombia hay una gran confusión que seguramente se está reflejando en el exterior. Las fracturas en el grupo de poder entre las fuerzas ligadas al presidente Santos y aquellas cercanas al ex presidente Álvaro Uribe, y el inicio del proceso de paz entre gobierno y las FARC en La Habana han generado una inmensa confusión en el país y en el mundo.
Se quiere presentar a Santos como lo que no es. Por ejemplo la revista Semana, que es muy influyente en el país, escribió que Santos es el jefe de la nueva izquierda en Colombia…
-Eso es tremendo…
-Sí. Lo que hay de verdad es una gran maniobra de parte del Estado, que se aprovecha de todos los discursos, como las críticas desproporcionadas del uribismo, el proceso de paz, el hecho de que ex dirigentes sindicales terminaran trabajando con Santos… Todo ayuda para presentar al presidente como exactamente lo contrario de lo que es.
No podemos olvidar que Santos representa el establishment de la derecha, representa a todas las fuerzas del imperialismo norteamericano. Ya hay compromisos militares de Colombia con la OTAN y se acaba de firmar un acuerdo militar con la Unión Europea.
Estamos hablando de palabras mayores, y es un presidente que acaba de declarar a la prensa “yo soy pro-estadounidense”.
-No deja de ser un acto de honestidad política…
-Es cierto (sonrisas). En resumen, hay una gran confusión. Y si ni siquiera los colombianos entienden lo qué está pasando, Santos va a pasar como lo que no es.
-Además hay que apuntar que hubo sectores de la izquierda que votaron por él en el segundo turno, y eso tampoco ayuda…
-Hubo sectores de la izquierda que votaron por Santos, sí. No fue mi caso, pero hubo otros bien conocidos, y esto lo utiliza el presidente.
Inclusive se ha difundido la falacia de que Santos ganó por los votos de la izquierda. Es ridículo, porque lo respaldaron por lo menos 250 congresistas de derecha, es decir todo el establecimiento liberal y conservador.
Como si el hecho de que una persona de izquierda o revolucionaria vote por alguien de derecha cambiara la naturaleza de quien recibió el voto. Esto contribuye a crear confusión.
-La negociación con las FARC lo ubica en la izquierda…
-También. Lo que varios interpretan desde el exterior es que como Santos está negociando se ha vuelto de izquierda. Santos lo está haciendo porque lo respalda la derecha, el Departamento de Estado de los Estados Unidos y los cancilleres de la Unión Europea, y tienen sus razones estratégicas para hacerlo.
Indispensable pero insuficiente para cambiar el país
-¿Cuál es vuestra opinión sobre el proceso de paz entre el gobierno y las FARC?
-Cuando creamos el Polo Democrático, hace ocho años, sobre el tema de violencia dijimos dos cosas: por un lado rechazamos la lucha armada, y explicamos muy claramente que no teníamos nada que ver con eso, pero por el otro afirmamos que era necesaria una solución negociada del conflicto.
Cuando Santos anunció el diálogo de paz en La Habana estuvimos de acuerdo y hemos venido respaldando el proceso. No hay una sola voz del Polo criticando que este proceso avance.
Desde mi punto de vista hay que decir también que el hecho de que este proceso salga bien significa que desaparezcan las armas y que quienes las empuñan puedan reintegrarse a la vida civil, que es el aspecto fundamental.
Sin embargo, esto no va a resolver todos los problemas de Colombia, porque Santos no va a firmar algo que signifique el cambio de aquellos aspectos y políticas que representan los problemas más graves de este país.
-Entre otras cosas, porque en esa mesa faltan los interlocutores válidos y legítimos para los diferentes problemas que tiene Colombia…
-Digamos que los actores que están negociando se representan a sí mismos: las FARC representan a las FARC y el gobierno nacional representa al gobierno nacional.
Al pueblo ahí nadie lo representa. Sin embargo, todos hacemos votos para que el proceso termine bien.
Si el proceso termina bien seguramente vamos a tener menos violencia, menos gastos para la guerra, pero lo principal sería que se eliminaría un obstáculo para la movilización social, política y democrática que Colombia necesita para poder transformarse.
Esta violencia se ha convertido en un obstáculo muy grande para la movilización social y la lucha política.
La tierra para los latifundistas
-En todos estos años, usted, senador, se ha convertido en un especialista en los temas agrarios, siendo un referente reconocido nacional e internacionalmente.
-Llevo muchos años en la política y siempre he tenido mucho interés por el tema agrario. En 1975 me topé con el tema del café.
Cuando la gran crisis del café, en 1984 empecé a vincularme más, y fue justo por las luchas agrarias que llegué al Congreso y a la Comisión Quinta, que es la que yo busqué, la de Asuntos Agrarios. Es cierto, me he vuelto una persona muy apasionada de este tema.
-Volviendo al estado de confusión, hay varios sectores que piensan que Santos es un amigo de la causa agraria. ¿Cuál es la verdadera política agraria del presidente?
-Más TLC, lo que significa más pérdida de la soberanía alimentaria, que se convierte en el principal problema de un país.
No hay ataque más bárbaro que decirle a la gente del agro, los campesinos, los empresarios cosas como “ustedes sobran porque vamos a importar lo que ustedes pueden producir”. Eso ha desbaratado a muchísimos productores.
Además la política agraria de Santos es la más retardataria de la historia de Colombia y nunca nadie se había atrevido tanto.
-Es una afirmación muy fuerte…
-Se lo voy a explicar. Santos es el gran promotor de la súper concentración de la tierra en manos de los extranjeros. Ya andan con un discurso de que si la hacienda no es de 50 o 100 mil hectáreas no sirve.
El gobierno ha lanzado una campaña de descrédito de los campesinos, los indígenas y los pequeños y medianos empresarios.
En este momento hace curso una ley que llamamos “Ley Urrutia“, por el nombre de un embajador de Colombia en Washington que dirigió un fraude descomunal.
Esta ley le va a quitar al campesinado colombiano los derechos que la Constitución le otorga sobre las tierras baldías del Estado. Nadie se había atrevido a tanto. Con esta reforma las tierras van a ser entregadas a los gringos, a los europeos y a los latifundistas colombianos.
El tercer punto es que ya el campesino no puede ser un campesino libre, porque se ve obligado a asociarse con empresas gestoras propias del modelo de Cargill en África y Asia, donde el campesino se convierte en una especie de siervo del siglo XXI. El campesino debe comprar la tierra y esclavizarse ante el gestor.
Sin embargo, hay unos cuantos despistados que en vez de buscar la verdad de los hechos, oyen la palabrería hueca a Santos, que ahora se ha convertido en el supuesto presidente de los campesinos.
En realidad, el proceso contra el campesinado y de desnacionalización de la economía colombiana es brutal. El grado de abyección y de sometimiento a los intereses extranjeros, sobre todo norteamericanos, desde los años 1990, es realmente bochornoso.
-¿De dónde saca usted tanta energía para lidiar y batallar contra todo esto?
-El entusiasmo y lo que nos mantiene vivo son las rabias (sonrisas).
Cada vez que abro el periódico y miro artículos que ayudan a la confusión o mienten descaradamente encuentro nuevo combustible para que mi entusiasmo no decrezca.