En los últimos 10 años los crímenes contra miembros de la comunidad LGBTI aumentaron terriblemente en 10 países de América Latina.
En Brasil hubo 958 crímenes en 3 años, y 445 sólo en 2017.
En Argentina, el año pasado se registraron 103 crímenes de odio en contra de la comunidad LGTBI. El 61 por ciento de ellos tuvo como blanco a integrantes de la población trans (travestis, transexuales y transgénero).
Durante los últimos cinco años de la administración del expresidente mexicano, Enrique Peña Nieto, se registró el asesinato de 381 miembros del colectivo.
En muchos países se oculta la orientación sexual de las personas asesinadas, lo cual dificulta identificar los crímenes de odio.
A veces se logra descifrar la naturaleza del homicidio por el nivel de saña que como empalamiento, desmembración, mutilación de genitales, acuchillamiento…
La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador informa que los niveles de crueldad ejercidos en estos crímenes son “desproporcionados”: a las víctimas las atan, las degüellan, las lastiman con alambre de púas y/o les cercenan los genitales.
En La Paz, un departamento de ese país centroamericano, fueron asesinadas dos mujeres trans de 22 y 29 años, y una tercera al regresar del sepelio de las dos anteriores. Este hecho derivó en que otras 6 mujeres trans huyeran hacia Estados Unidos para salvar su vida.
A Kiara, una mujer trans de 25 años, la encontraron sin vida en un parque de Uruguay en 2012. Estaba bocabajo, con un balazo en la cabeza y parte de su cuerpo incinerado, como si alguien se hubiese empecinado en borrar su identidad.
Los datos existentes en Venezuela no se acercan a la realidad, pero se sabe que 10 de las personas LGBTI asesinadas recientemente fueron golpeadas con martillos y piedras.
También hay un subregistro de los suicidios originados en la persecución y la discriminación a personas LGBTI.
En Brasil, se sabe a ciencia cierta que 39 personas con identidad sexual diversa se suicidaron en tres años.
Amar diferente les sigue costando la vida a demasiadas personas en esta parte del mundo.
Anexar la problemática que padece el colectivo, incorporar sus demandas en la agenda de los sindicatos es fundamental, necesario e imperioso para no transformarnos en cómplices o simples observadores.