Dicho de otro modo, hoy las mujeres migran tanto como los hombres y su migración tiene los mismos efectos económicos.
Son muchas las causas que llevan a la migración de personas, pero en el caso de las mujeres y niñas choca, a menudo, con la censura, las leyes patriarcales o la falta de diversidad o de igualdad en los países de origen e incluso de destino.
Se visualizan tres grandes causas que explican la migración femenina: económicas, sociales y criminales.
Dependiendo de cada país, los porcentajes de una y otra pueden variar enormemente.
En México, por ejemplo, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que la pobreza, el desempleo o las expectativas de acceso a mayores beneficios (causas económicas) son los motivos más comunes de migración; seguidas de las sociales, como discriminación, reunificación familiar o dependencia económica, y criminales, como inseguridad, corrupción, trata o delincuencia organizada.
En Centroamérica, la decisión y necesidad de migrar se da en una de cada dos mujeres, y en muchos casos es imperante, por miedo a perder la vida o a sufrir daños físicos y emocionales en sus comunidades de origen.
Las migrantes latinoamericanas que llegan a Estados Unidos lo hacen por cuatro razones relevantes: buscar mejores condiciones de vida; escapar de situaciones de violencia familiar y comunitaria; reunirse con su familia y encontrar un empleo que les permita sacar adelante económicamente a sus hijos e hijas.
Las mujeres y niñas representan actualmente el 49 por ciento del total de migrantes a nivel mundial y el 50,1 en América Latina.
Hasta hace cincuenta años, las mujeres representaban solamente el 2 por ciento de los migrantes…
Anteriormente se daba un fenómeno de migración gradual. El hombre se iba antes y, una vez establecido, viajaban al país de destino mujeres, hijos e hijas y el resto de la familia.
Pero esto ha cambiado considerablemente: las mujeres tampoco ven posibilidades de una vida digna en el país de origen, y deciden marcharse en busca de nuevas oportunidades sin esperar por un hombre o acompañarse por uno para tomar la decisión.
Las personas migrantes, a menudo, afrontan severas dificultades para el acceso a políticas sociales, económicas y culturales.
A las mujeres las cosas se les complican aún más debido a problemas en el ámbito familiar, como el acceso a una pensión alimenticia, la patria potestad de los hijos/as, trámites de divorcio.
Las mujeres y las niñas se ven además enfrentadas a situaciones de violencia, trata y tráfico de personas, secuestros, abusos sexuales, explotación laboral y discriminación.
En el país de destino, por otra parte, se las rechaza y desvaloriza en bastante mayor medida que a los hombres.
Tienen, eso sí, una mayor capacidad para mantener y generar relaciones positivas en todo tipo de contextos, se las considera más responsables y consecuentes al ingresar a los mercados laborales. Pero sufren con mayor agudeza aún la discriminación laboral que padecen todas las mujeres.
Para mujeres y niñas la migración puede de todas maneras permitirles mejorar condiciones de vida especialmente terribles en sus países de origen y acceder a educación y trabajo.
La perspectiva de género es fundamental entonces para analizar el fenómeno migratorio y empoderar a sus protagonistas.
Desde el año 2000, cada 20 de junio se conmemora el Día Mundial del Refugiado, que recuerda el hecho de que cada 3 segundos una persona se ve obligada a huir para salvar su vida.
Esas cifras ocultan que una enormidad de migrantes son mujeres, niñas y adolescentes que huyen de realidades machistas y violentas, una salida a la que perciben como su única posibilidad de sobrevivir.